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SAN SABASTIÁN DE GARABANDAL EN EL RECUERDO

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Era una tarde de domingo, el 18 de junio de 1961, y cuatro niñas —Conchita, Mari Loli, Mari Cruz y Jacinta— de la pequeña aldea de San Sebastián de Garabandal (Cantabria, España), habían buscado una «pequeña aventura» robando algunas manzanas en el árbol del señor maestro. El árbol estaba a la salida del pueblo, al comienzo de un empinado y pedregoso camino que todos conocen como La Calleja. La Calleja sube hacia el monte, hacia las tierras donde sus padres y ellas mismas trabajan bien duro para ganarse el pan en los quehaceres ganaderos. Poco después, con las manzanas aún en las manos, suena un trueno que las hace estremecer. Es extraño, porque en el cielo no hay nubes… La conciencia comienza a reprocharlas y, arrepentidas de su travesura, se lamentan de lo que han hecho. De pronto, ocurre lo inesperado. Conchita cae de rodillas, inmóvil. Las compañeras se asustan pensando que algo malo le está pasando. Quieren correr a pedir ayuda, pero caen también junto a Conchita. Ante ellas se ha aparecido un Ángel. Más tarde descubrirán que es el Arcángel San Miguel. Él no les dice nada, y ellas nada se atreven a decir ni a preguntar. Cuando vuelven en sí, se ven solas de nuevo en La Calleja solitaria. La experiencia ha sido tan extraordinaria que se sienten desbordadas por una mezcla de confusión, emoción y temor. Corren a refugiarse detrás de la Iglesia parroquial para desahogarse en lágrimas. Era el comienzo de unos acontecimientos que cambiaron radicalmente sus vidas y marcaron las de otros muchos miles de personas. Durante los días siguientes se repitieron las visitas del Ángel. De día en día se iban multiplicando los visitantes, provenientes cada vez de más lejos. Por fin, el 2 de julio, fiesta de la Visitación en aquel entonces, vieron por primera vez a la Virgen, que se apareció con el Niño Jesús y dos ángeles. A uno de los ángeles le reconocieron como el que se les había estado apareciendo, S. Miguel Arcángel, y el otro parecía idéntico. Las niñas comenzaron a hablar con la Virgen con toda confianza, sin temor alguno. Esa será una de las grandes características de Garabandal: el trato cercano —de verdadera Madre— de la Virgen con las niñas. Cuando la Señora dijo que se tenía que marchar, las pequeñas le insistían para que no se fuera. Ella, para consolarlas, les prometió volver al día siguiente. Así lo hizo, y no solo al día siguiente, sino en centenares de encuentros, en ocasiones varias veces a lo largo del día y de la noche. A lo largo de los cuatro años que duraron los hechos de Garabandal, la Virgen dio a las niñas dos mensajes para que los hicieran públicos: el primero, el 18 de octubre de 1961; y el segundo, el 18 de junio de 1965. Este día, la Virgen se definió a sí misma como: «Yo, vuestra Madre». Ese es su «título» en Garabandal: Nuestra Madre. El 18 de julio de 1962, numerosos testigos contemplaron atónitos cómo, la hostia que Conchita estaba comulgando de manos del Ángel, se hacía visible sobre la lengua de la niña. Es lo que después se ha llamado el «Milagro de la Comunión visible». Anunció también la Virgen, a través de las niñas, la realización de una serie de acontecimientos —Aviso, Milagro y Castigo— que, procedentes del amor de Dios para con nosotros, tienen como objetivo movernos a una profunda conversión del corazón. Médicos, y testigos en general, comprobaron una y otra vez los asombrosos fenómenos físicos que acompañaban a los éxtasis. Las apariciones terminaron el 13 de noviembre de 1965. Solo fue citada Conchita, que subió a los Pinos bajo la lluvia, sin testigos. La Virgen habló a Conchita con expresiones llenas de afecto maternal: «¡Háblame, Conchita, háblame de mis hijos! A todos los llevo debajo de mi manto… Os quiero mucho, y deseo vuestra salvación». Conchita se sentía tan feliz que quería que la Virgen la llevara con Ella. Pero la Señora le explicó: «Cuando te presentes delante de Dios, tienes que mostrarle tus manos llenas de obras hechas por ti a favor de tus hermanos y para gloria de Dios. En este momento tienes las manos vacías». Así terminaron las manifestaciones visibles de Nuestra Madre en Garabandal. Conchita explicó más tarde: «Me dejaron el alma llena de paz y alegría, y de un gran deseo de vencer mis defectos y de amar al Señor y a su Madre Santísima con todas mis fuerzas». Son los mismos efectos que Nuestra Madre del Cielo quiere dejar en las almas de todos sus hijos: la certeza de tener una Madre muy cercana que vela por nosotros; el deseo de conversión que nace en el alma que medita la Pasión; el amor y la veneración por el tesoro más precioso que posee la Iglesia: la Eucaristía. Lo que La Virgen María, Nuestra Madre, prometió a Conchita en esa última aparición, nos lo promete a nosotros: «Yo estaré siempre contigo y con todos mis hijos». Las videntes Las protagonistas de nuestra historia son cuatro niñas: Conchita González, Jacinta González, Mari Loli Mazón y Mari Cruz González, todas ellas nacidas en San Sebastián de Garabandal. A pesar de la coincidencia de apellidos, las niñas no son familia entre sí. En el momento de comenzar las apariciones, Conchita, Jacinta y Mari Loli tenían doce años, mientras que Mari Cruz tenía solo once. Hasta el 18 de junio de 1961 en que comienzan nuestros fenómenos, no se habían distinguido en nada de los demás niños del pueblo. Como todos, asistían a la escuela cada mañana, con su maestra doña Serafina. Como todos en este pueblo agrícola y ganadero, cuando salían del colegio, también ellas ayudaban a sus padres en el trabajo del campo, cuidaban las ovejas, recogían hierba para las vacas o leña para las cocinas. Y, como todos, iban a misa y al catecismo con su párroco, don Valentín, y le recitaban poesías a la Virgen en el mes de mayo… Son niñas normales: simpáticas, juguetonas, muy trabajadoras, de costumbres sanas. Son niñas muy niñas, de mirada limpia e inocente. En esos momentos, a Garabandal no llegaba ni el teléfono ni la televisión, y la carretera no era más que un empinado camino de tierra pisada. Pronto, al lado de las niñas en éxtasis, se vieron aparecer a sacerdotes y médicos decididos a probar la verdad o falsedad de las apariciones. Unos y otros pudieron verificar que eran niñas perfectamente sanas y equilibradas, sin ansias de espectacularidad. Los eclesiásticos realizaron sus indagaciones a nivel teológico y doctrinal, y examinaron la vida de las niñas. Comprobaron que, en todo el tiempo que duraron las apariciones, las niñas no desatendieron sus obligaciones ni en la escuela, ni en casa. Y eso a pesar de que la aparición las hubiera mantenido en vela hasta altas horas de la madrugada, sufriendo muchas veces las inclemencias del tiempo: la lluvia, el frío o la nieve. La misma Virgen les repetía a menudo que fueran obedientes a sus padres. También las animaba a hacer sacrificios, en concreto por los sacerdotes, para que fueran santos, y por los que dudaban, para que fueran fieles a su vocación. Les enseñó a tener horror al pecado, ayudándolas a formar su conciencia, respondiendo a las mil preguntas que le hacían las niñas. Las niñas afirmaron que después de ver a la Virgen tenían más ganas de amar a Jesús y a María, y de hablar a todos del Señor y de su Madre Santísima. Llamaba la atención ese trato sencillo y confiado que las niñas tenían con su Madre del Cielo que, en ocasiones, hasta jugó con ellas y que, con frecuencia, las despedía con un beso. Los médicos, por su parte, realizaron normalmente sus investigaciones a título personal. Con asombro, comprobaron los extraños fenómenos físicos que acompañaban a los éxtasis. Durante estos, la insensibilidad al dolor era total, aun cuando se les pinchase con agujas o incluso se les quemase con cigarrillos. Sus cuerpos adquirían un peso extraordinario que hacía imposible levantarlas u obligarlas a hacer el más mínimo movimiento de sus miembros. Sus ojos abiertos contemplando la aparición no reaccionaban ante la luz de focos potentes y de flashes fotográficos. Corrían hacia el lugar de su visión llegando antes que nadie, incluso de jóvenes fuertes y entrenados, y llegaban sin señales del esfuerzo físico realizado, mientras que los demás lo hacían ahogados y sudorosos. Caían de rodillas estrepitosamente sobre las rocas sin hacerse ningún daño. Caminaban en éxtasis hacia delante y hacia detrás por las callejuelas mal empedradas de la aldea o incluso campo a través, con la cabeza totalmente alzada, sus ojos fijos en lo alto todo el tiempo y, sin ver por dónde iban, sin caer ni tropezar. Devolvían a sus dueños, la mayor parte de ellos desconocidos, sin jamás equivocarse los centenares de objetos que en cada aparición besaba la Virgen Se dieron casos de curaciones de índole físico y más aún de tipo espiritual, y conversiones notables. En Garabandal, la Virgen parece especializada en sanar los corazones y las almas. Mucho se ha hablado acerca de las «negaciones» de las niñas. Es curioso, pero la Virgen se lo había avisado mucho tiempo antes de que ocurrieran, y ellas no se lo podían creer. «¿Cómo vamos a negar si te estamos viendo?», decían confiadas. Poco sabían ellas de las oscuridades interiores a través de las que el Señor purifica a las almas y consolida sus obras. Quizás tampoco supieron medir sus fuerzas, la de cuatro pobres niñas de aldea, frente a la abrumadora presión de tantas personas a las que respetaban y querían obedecer. Expertos teólogos que han estudiado los fenómenos de Garabandal afirman que más que de negaciones habría que hablar de «vacilaciones momentáneas» y, por otra parte, perfectamente comprensibles dada la situación en la que se encontraban. Lo que es claro es que, frente a los hechos concretos y reales presenciados y estudiados por multitud de testigos, estas débiles vacilaciones, no pueden usarse como argumento para juzgar los fenómenos. A medida que fueron creciendo, las cuatro niñas fueron abandonando el pueblo natal. Las cuatro se casaron y fueron madres. De ellas, Mari Loli falleció el 20 de abril de 2009, a los 59 años de edad, a consecuencia de un «lupus eritematoso» en el aparato respiratorio. Quizás a muchos les sorprendió que las pequeñas videntes no se consagraran a Dios como religiosas pero, ¿no estamos todos llamados a la santidad en el estado en el que Dios nos llame? También en este aspecto, las apariciones de Garabandal aparecen en clara continuidad con la doctrina del Concilio Vaticano II que —casi contemporáneo en fechas— proclamaba la llamada universal a la santidad en todas las vocaciones (Cf. LG cap. V). Los mensajes El día a día de los sucesos de Garabandal era ya un mensaje. La Virgen María se relaciona con las «niñas» como una auténtica madre. Se las gana con su ternura y sus gestos de cariño. Conversa con ellas dándolas confianza para que ellas se expresen y le cuenten sus cosas y, aprovechando esos diálogos, las enseña, les explica… También las corrige cuando es necesario. Y juega con ellas. Es una madre. Y, en su relacionarse con las niñas, nos enseña a tratarla también así nosotros: como a una madre. En cada lugar donde se aparece, la Virgen se presenta bajo una advocación concreta: en Lourdes se muestra como la «Inmaculada Concepción»; en Fátima como la «Señora del Rosario»; a Santa Catalina Laboure se le manifiesta como «Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa»… En Garabandal, Nuestra Madre se presenta como: «Yo, vuestra Madre». Ese es su título: es «Nuestra Madre». Pero, las apariciones de la Virgen en Garabandal, tienen además otra señal característica, y es la forma de relacionarse la Virgen, no solo con las «niñas», sino con el público que presencia las apariciones. Conchita, una de las videntes, señalaba que —en muchas ocasiones— sentía que Nuestra Madre no las miraba a ellas, sino que miraba y sonreía a aquellos que estaban detrás suyo, a los testigos de las apariciones. De hecho, en la última aparición, Nuestra Madre la dirá: «Conchita, no vengo solo por ti, sino que vengo por todos mis hijos». Estos testigos tuvieron un gran protagonismo durante los éxtasis: la Virgen parecía decidida a que, todos los que subieran a Garabandal, se llevaran una señal, una prueba de su presencia. Los testimonios al respecto son tantos como espectadores tuvieron las apariciones. Pero además, la Virgen comunicó, en dos momentos precisos, mensajes muy concretos que las niñas debían hacer públicos. En varias ocasiones, también a través de las notas episcopales oficiales, los Obispos de Santander han manifestado que los mensajes de la Virgen en Garabandal eran «importantes» y «teológicamente correctos». El primero fue cuatro meses después del comienzo de las apariciones, el 18 de octubre de 1961. La fuerte lluvia, que no cesó en todo el día, no desanimó a las miles de personas que ese día llegaron hasta Garabandal. Al caer la tarde, en los Pinos, las niñas leyeron el texto del mensaje: Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia, visitar al Santísimo, pero antes tenemos que ser muy buenos. Y si no lo hacemos nos vendrá un castigo. Ya se está llenando la copa y si no cambiamos nos vendrá un castigo muy grande. Con sencillez de madre, María Santísima daba a sus hijos las indicaciones que estos necesitaban oír para bien de sus almas. Si no tomamos el camino de la Cruz, si la Eucaristía no es el centro de nuestras vidas y de cada uno de nuestros días, si no somos buenos, si no nos convertimos, el Señor no tendrá más remedio que intervenir para que comprendamos la importancia de lo que está en juego: nuestra salvación. El segundo mensaje de la Virgen llegó poco antes del fin de las apariciones, el 18 de junio del 1965. Fue el Arcángel San Miguel el encargado de comunicar a Conchita el mensaje, de parte de la Virgen. Las lágrimas ruedan por el rostro de la muchacha a medida que él va hablando: Como no se ha cumplido y no se ha dado mucho a conocer mi mensaje del 18 de octubre de 1961, os diré que este es el último. Antes, la copa se estaba llenando, ahora, está rebosando. Muchos cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición, y con ellos llevan a muchas más almas. A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia. Debéis evitar la ira del buen Dios sobre vosotros con vuestros esfuerzos. Si le pedís perdón con alma sincera, Él os perdonará. Yo, vuestra Madre, por intercesión del Ángel San Miguel, os quiero decir que os enmendéis. ¡Ya estáis en los últimos avisos! Os quiero mucho y no quiero vuestra condenación. Pedidnos sinceramente y nosotros os lo daremos. Debéis sacrificaros más. Pensad en la Pasión de Jesús. El mensaje —breve en palabras— era verdaderamente largo en contenido, y no hacía sino describir la dolorosa situación que estaba viviendo la Iglesia Católica, a punto de concluir el Concilio Vaticano II. Pero, el 18 de junio de 1965, Conchita no podía conocer lo que estaba sucediendo, porque la grave crisis doctrinal y sacerdotal que comenzaba a estallar en el seno de la Iglesia, apenas era conocida en España, y en esa aldea perdida de la montaña no se podía ni imaginar. Y, sin embargo, pronto esta situación, provocada no por el concilio en sí sino por interpretaciones equivocadas del mismo, se convertiría en motivo de profundo sufrimiento, e incluso de escándalo, para toda la Iglesia. Aviso, milagro y castigo Sin duda alguna, uno de los aspectos relacionados con Garabandal que más ha dado qué hablar, y sobre el que más se ha especulado, es el de las profecías comunicadas por la Virgen a las pequeñas videntes: el Aviso, el Milagro y el Castigo. Ya en el primer mensaje, hecho público el 18 de octubre de 1961, la Virgen advertía: «Ya se está llenando la copa y, si no cambiamos, nos vendrá un castigo muy grande». Pero esa noche, la multitud empapada por la persistente lluvia, que no cesó en toda la jornada, y decepcionada tras las muchas horas de espera, apenas atendió a la embajada de Nuestra Madre, pronunciada por los labios temblorosos de las niñas. Poco a poco, a lo largo del año 1962 y a medida que la Virgen les fue dando permiso, las niñas continuaron completando la información. Conchita explica: «(La Virgen) me dijo que Dios iba a hacer un gran Milagro, y que no habría ninguna duda de que era un Milagro. Vendrá directamente de Dios, sin intervención humana. Verán que viene directamente de Dios». Antes de ese gran «Milagro», habrá un «Aviso» sobrenatural para prepararnos. Las niñas explican: «Será una experiencia terrible, pero para el bien de nuestras almas. Veremos en el interior de nosotros mismos, en nuestra conciencia, el bien y el mal que hayamos hecho. El Aviso no tiene como finalidad el temor, sino que nos acerquemos más a Dios y tengamos más fe». Pero, si después de esas dos grandes intervenciones divinas —el Aviso y el Milagro— la humanidad no cambia, vendrá un «Castigo». Vendrá para nuestro bien y vendrá para nuestra conversión, pero las niñas afirman: «El Castigo, si no cambiamos, será horrible». Conchita, Jacinta y Loli lo vieron, pero no tienen permiso de la Virgen ni siquiera para describirlo. La intensidad del Castigo está en estrecha relación con la respuesta que demos al Aviso y al Milagro. Aviso, Milagro y Castigo tienen un objetivo muy claro: movernos a la conversión, al cambio de vida, a alcanzar lo que Nuestra Madre pedía en el primer mensaje: «Tenemos que ser muy buenos». Pero Aviso, Milagro y Castigo no son independientes de los mensajes que Nuestra Madre da en Garabandal. Hay muchos que, movidos fundamentalmente por la curiosidad, se esfuerzan por saber cuándo van a tener lugar estos acontecimientos y en qué van a consistir. Pero lo verdaderamente importante es vivir desde ya los mensajes, y hacer lo que Nuestra Madre nos pidió en ellos, buscando nuestra conversión y crecimiento espiritual a través de la oración y de la penitencia, de la meditación de la Pasión, de la intensificación de la vida eucarística… Nos jugamos mucho en esto, porque no será indiferente el estado espiritual en el que nos encontremos cuando lleguen Aviso, Milagro y Castigo. El mismo sol que ablanda la cera, endurece el barro. Así, el mismo Aviso, Milagro y Castigo que a unos arrancará lágrimas de arrepentimiento y amor, quizás a otros les precipitará en el abismo de un odio cegador contra Dios. Aviso, Milagro y Castigo nacen de lo más profundo del Corazón misericordioso de Dios, y deben ser preparados y recibidos con un inmenso agradecimiento. Situación de los estudios oficiales Don Valentín Marichalar Torres era el párroco de San Sebastián de Garabandal cuando, un 18 de junio de 1961, unos vecinos le vinieron a contar que cuatro niñas del pueblo —Conchita, Jacinta, Mari Cruz y Mari Loli— habían visto un ángel. El buen cura habló con las niñas. Sobre todo los primeros días, se las cogía nada mas terminar los éxtasis y las interrogaba. A don Valentín le impresionaba que, a pesar de su corta edad y de que no sabían cuáles iban a ser las preguntas, las pequeñas no se contradecían en sus respuestas. Tres días después de que todo comenzara, don Valentín tenía ya datos suficientes como para hacer una comunicación oficial al Obispado, donde comenzó a enviar regularmente crónicas en las que recogía con detalle todo lo que estaba sucediendo en su parroquia. La curia diocesana descartó desde el primer momento la sobrenaturalidad de los acontecimientos de Garabandal. Con todo, y debido a la expectación que se había creado alrededor de las niñas, se nombró una Comisión que estudiara los hechos. La precipitación con la que esta trabajó puede deducirse observando la fecha del primer documento oficial al respecto, que se apoya en el informe elaborado por la Comisión. Si el 18 de junio de 1961, las cuatro niñas declaran haber tenido la primera aparición del Ángel, el 26 de agosto de 1961, apenas dos meses después de iniciarse los fenómenos, se publica la primera nota episcopal en la que se afirma: «Nada, hasta el presente, nos obliga a afirmar la sobrenaturalidad de los hechos allí ocurridos». En estos momentos, se contaba todavía con muy pocos elementos de juicio y era comprensible la petición de prudencia: no habían sido comunicados aún los mensajes; no se había tomado declaración a las niñas ni a sus familiares, ni siquiera al párroco; no había habido tiempo material para comprobar los frutos espirituales que pudieran darse… El problema fue que, en la práctica, la investigación terminó ahí, aún cuando ocasionalmente la Comisión remitiera algún otro escrito al Obispado. Las conclusiones se sacaron ya en ese primer verano de Garabandal, sin darse el tiempo necesario para estudiar lo que realmente estaba sucediendo en Garabandal. Y a este primer informe y a esta primera nota se remitirán siempre las sucesivas declaraciones oficiales. Pero los informes de la Comisión nunca se hicieron públicos, por lo que no pudo saberse en base a qué se hacía esta negativa valoración. Que esta primera Comisión, y por lo tanto sus informes, no pueden ser tenidos en cuenta se desprende del hecho de que el mismo Mons. D. Juan Antonio del Val Gallo —que, antes de ser nombrado obispo, había formado parte de la primera Comisión— nombró en 1989 una segunda Comisión que, lamentablemente, no hizo sino repetir los errores y conclusiones de la primera. Actuó en tal «secreto» que ni siquiera se hicieron públicos los nombres de sus componentes, y no tomó declaración ni a las supuestas videntes ni a los testigos más autorizados. Cuando el estudio concluyó, ni siquiera fue publicada una nota oficial al respecto. La Diócesis de Santander siempre ha asegurado que no ha encontrado en el contenido doctrinal de las apariciones de San Sebastián de Garabandal nada que vaya en contra de la fe de la Iglesia. Eso es importante. En cuanto a los fenómenos en sí, afirma que «no consta sobrenaturalidad», confesando de esta manera que el caso no está cerrado, ni mucho menos condenado, como lo confirman las intervenciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Pero los testigos siguen sin tener explicación de por qué «no consta la sobrenaturalidad» de unos hechos que vivieron y para los que no encuentran respuesta. ¿Qué significa esta expresión: «No consta sobrenaturalidad»? Es un concepto fundamental para comprender la situación de Garabandal. Frente a una presunta aparición, tras un correcto discernimiento, la Iglesia puede pronunciarse en una de estas maneras: 1.- «Consta el origen sobrenatural». Es decir, ha habido una aparición del Señor, de la Virgen, de un santo… 2.- «Consta el origen no sobrenatural». Es decir, no ha habido aparición y nos encontramos ante un fraude, un fenómeno de autosugestión o, en el peor de los casos, ante una intervención diabólica. Pero cuando la Iglesia no sabe con certeza cuál es el origen del suceso, declara que «no consta el origen sobrenatural». Esto no significa que no ha habido aparición, sino que aún no consta, aún no hay certeza. La posición del adverbio «no» es clave para entender el sentido de frase. En este estado se encuentra Garabandal: «No consta el origen sobrenatural». Pero esta declaración no es definitiva y, mientras que no se llegue a una declaración definitiva, la Iglesia no solo puede sino que debe estudiar lo ocurrido y sacar de la ignorancia a sus fieles. Sobre la aprobación En estos días se estrena la primera película sobre las apariciones de Garabandal. Muchos fieles están entusiasmados pues, en ella, de forma muy respetuosa, se dan a conocer unas apariciones y mensajes de enorme actualidad y que ha tocado ya muchos corazones. Unánimemente, los obispos de Santander que han comentado estos mensajes, han señalado siempre que se trata de contenidos ortodoxos y laudables (Mons. Beitia en 1965, Mons. Cirarda en 1970, Mons. del Val en 2000 y Mons. Osoro en 2007).[1] Sin embargo, las apariciones no están todavía aprobadas; aunque tampoco han sido rechazadas: el obispo actual de la Diócesis firmó el 24 de junio de 2015 el dictamen más reciente, declarando que NON CONSTAT la sobrenaturalidad de los sucesos. NON CONSTAT significa que la Iglesia espera nuevos datos para pronunciarse, como podrían ser abundantes frutos en las almas: la Iglesia espera. Sin embargo, estos días, un sacerdote acusó a unos fieles por difundir la película, diciendo tajantemente que NON CONSTAT, para él, significa que “no hay nada sobrenatural; por lo que el caso está cerrado en contra”. Gracias a Dios, este sacerdote se equivoca completamente. En 1978, la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) incluyó la expresión NON CONSTAT en sus Normas sobre el modo de proceder en el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones. En 2011, el Card. Levada publicó esas normas. El texto completo en referencia a la expresión NON CONSTAT dice: “La mentalidad actual y las exigencias de una investigación científicamente crítica hacen más difícil o casi imposible emitir con la debida rapidez aquel juicio con el que en el pasado se concluían las investigaciones sobre estas cuestiones (constat de supernaturalitate, non constat de supernaturalitate: consta el origen sobrenatural, no consta el origen sobrenatural) y que ofrecía a los ordinarios la posibilidad de permitir o de prohibir el culto público u otras formas de devoción entre los fieles”. De cara a valorar unas apariciones, las opciones lógicas son 3: aprobación, condena o duda. Sin embargo, el texto de la CDF solo habla de 2: CONSTAT y NON CONSTAT. La Congregación omite la expresión condenatoria: CONSTAT DE NON. Con la afirmación citada, el Cardenal reconoce, con un realismo humilde, que en estos asuntos es fácil equivocarse. En el pasado, ciertas revelaciones fueron prohibidas y luego aprobadas: la Divina Misericordia de Sta. Faustina Kowalska fue condenada en 1959 (CDF, “Notificación 6.III.1959” en AAS, 25.IV.1959, p. 271), primero por su Ordinario y luego por la CDF; sin embargo, en 1978 la misma Congregación aprobó esta devoción (CDF, “Notificación 15 de abril de 1978” en AAS, 30.VI.1978, p. 350). Cierto es que en casos de fraude o abuso, el Vaticano podría condenar. Con todo, fuera de esos casos lamentables, el Vaticano prefiere no acudir a la condena para evitar precipitaciones. Lo normal, desde 1978, será expresar tan solo CONSTAT o NON CONSTAT -aprobación o incerteza-. Sin embargo, este gesto de prudencia y delicadeza eclesial, es interpretado por algunas personas, como el sacerdote que cité antes, como un endurecimiento: y en lugar de quitar la condena, piensan que el Vaticano ha suprimido la incerteza: piensan que si las opciones son dos, CONSTAT y NON CONSTAT, significan aprobación y condena. Sin embargo, la Teología más actual es fiel a la tradición: la revista de la Sociedad Mariológica Española en 2009 o Manfred Hauke en 2015, miembro de la Pontificia Academia Mariana Internacional, entre otros, afirman que, aún hoy, las opciones son 3: “El juicio puede ser CONSTAT de supernaturalitate, CONSTAT DE NON supernaturalitate o NON CONSTAT de supernaturalitate: se constata el carácter sobrenatural del evento, se rechaza o bien se subraya no poder afirmar el origen divino”.[2] Aprobación, condena o duda. Dos expresiones negativas se deben distinguir: - La primera negación es condena: CONSTAT DE NON (se constata la NO sobrenaturalidad). - La segunda expresa duda: NON CONSTAT (NO se constata la sobrenaturalidad). La expresión NON CONSTAT, “aunque negativa en su forma, no expresa sino una duda de la Comisión, que no concluye en una conclusión mayoritaria, lo que no aclara ni la situación ni a los fieles en búsqueda de discernimiento. De esta manera la autoridad diocesana (dicho más claramente) permanece en la ambigüedad”.[3] Según el Magisterio y la Teología, NON CONSTAT significa que la Iglesia no condena ni aprueba. La cuestión, por tanto, está abierta a todos los efectos, y los fieles pueden acudir allí. La Iglesia, al insistir en la ortodoxia de Garabandal, no ve ningún mal, aunque espera nuevos datos o frutos espirituales para aprobar las apariciones. En Garabandal, medidas disciplinares prohibieron la peregrinación de los sacerdotes a la aldea desde 1961 y 1962. Sin embargo, en 1991 y 2007, Mons. Juan A. del Val y Mons. Carlos Osoro rescindieron aquellas prohibiciones, animando a que los peregrinos acudan con fe a la aldea: y es que los frutos son absolutamente admirables. Así, a la espera de que la Iglesia ofrezca un juicio definitivo, los fieles pueden ya acercarse con devoción a Garabandal. Precisamente, en la abundancia de frutos espirituales de estas peregrinaciones, la Iglesia encontrará el mejor argumento para juzgar los fenómenos. En 2017, la Tesis Doctoral del sacerdote José Luis Saavedra, aprobada con la máxima calificación en la Universidad de Navarra, habla de frutos asombrosos en Garabandal, reales y muy actuales. Búscala en evk.es. [1] Cf. MONS. DEL VAL, J. A., “Testimonio audiovisual sobre Garabandal” en TUBBERTY, M., Garabandal: The Eyewitnesses, Auckland 1996 (audiovisual). [2] HAUKE, M., Introducción a la Mariología, BAC: Madrid 2015, 262. [3] GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, J., “Las apariciones de la Virgen María” en SOCIEDAD MARIOLÓGICA ESPAÑOLA, Estudios Marianos, 2009, 428. Webs de interés: www.garabandal.it ; www.pueblodemaria.com ; ww.virgendegarabandal.com ; www.centrogarabandal.org

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