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APLAUSOS PARA LA PATRONA; INDIFERENCIA PARA LOS POLÍTICOS

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SUCEDIÓ EN LA PROCESIÓN de la Virgen Grande por las calles de Torrelavega el pasado miércoles lo que avanzamos: al paso de la Patrona de la ciudad, muchos aplausos; cuando pasaban los políticos indiferencia casi general. Personas presentes en el contexto señalado nos lo han hecho llegar para que nos hagamos eco de lo que realmente sucedió.

Puede afirmarse que independientemente del sentido religioso de la vida, de su apego a los ritos, son pocos los torrelaveguenses que no sientan un profundo respeto y devoción a la Virgen Grande. Muchos ciudadanos que durante el año viven fuera de Torrelavega regresan un día como hoy para acompañar a la imagen en su solemne procesión, recubierta con el manto bordado en oro y la corona que el pueblo la regaló, en su paseo por la ciudad. La imagen recorre las calles y han sido miles, como el pasado miercoles, los que, a su paso, expresan su emoción.

En la ciudad se viven días de alegría con motivo de las fiestas. La Patrona de la ciudad, nació al amparo del lema «Ave María Gratia Plena», divisa que tiene su origen en el blasón de los señores de la Casa de la Vega, aquellos indómitos montañeses que ganaron su mote en lucha contra los moros en la batalla del Salado.

La talla, conocida como la Virgen Grande, fue donada por don Francisco Manuel Obregón, acaudalado caballero de la villa que falleció en 1868. Es una bella y antigua imagen del siglo XIV, sedente en trono bajo, con el Niño sentado sobre su rodilla izquierda, bendiciendo con una mano y sosteniendo un libro en la otra. Las formas de esta imagen plástica hacen pensar que la creación iconográfica mariana responde a un estilo en boga en el siglo XV, de la etapa del Renacimiento, según dejó escrito el historidor y académico José Ramón Saiz en su libro sobre la iglesia de la Virgen Grande.

Este sabor tan localista refleja lo dicho: que miles de personas aplaudieran al paso de la Patrona de la Ciudad, expresando sin embargo su indiferencia cuando lo hicieron las autoridades o los políticos que gobiernan.

El cabreo ciudadano es más que evidente. No solo no hay gobierno, sino que los gobernantes de ayuntamientos y autonomías, se han puesto de acuerdo, sin ninguna dificultad, sobre el dinero que va a ingresar el político y cada partido, es decir, los salarios de los cargos públicos. Ya les gustaría a los ciudadanos igual consenso a la hora de resolver sus asuntos. Son muchos los ejemplos de cargos -alcaldes y concejales, especialmente- que se han incrementado sus ingresos con su voto y sin caérseles la cara de vergüenza. Así, hay ediles que se han subido más de 12.000 euros al año, que no cobran de pensión el ochenta por ciento de los pensionistas de su ayuntamiento. Y estamos hablando de subida, no de ingresos totales. O se debaten, siempre aprobándose, cargos de confianza para enchufados del partido de turno.  

Un político que desempeñe un cargo tiene que percibir un buen sueldo. Es cierto y así lo defendemos ya que los elegidos contraen una enorme responsabilidad con los electores. Asumen la tarea de facilitarles bienestar y prosperidad. Cosa distinta es que también (y además) haya que sufragar, con lo que pertenece a todos, la actividad de las formaciones en las que militan. Y eso es lo que está ­ocurriendo. Las administraciones se han convertido en la principal fuente de financiación de los partidos y los partidos, en auténticas agencias de colocación, generando a su alrededor verdaderas redes clientelares. Todo legal, por supuesto, aunque también muy discutible.

Preguntamos: ¿Por qué con el erario, de manera indirecta, hay que asumir el personal de secretaría, administrativo, los chóferes o los enchufados de tal o cual sigla? Que reflexionen los políticos sobre la indiferencia del pueblo, como se ha visto en Torrelavega.

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