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ESPAÑA INGOBERNABLE SI NADIE DA EL BRAZO A TORCER

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¿Y AHORA QUÉ? es la gran pregunta que se hacen en estos momentos los españoles que han mostrado interés por la cosa pública al acudir a votar: algo más de 24 millones por 10 millones de los abstencionistas. La repetición de los comicios  no ha modificado el tablero político de forma significativa en la correlación de fuerzas –en el eje izquierda-derecha ni tampoco en la fuerza de los partidos periféricos, que ha aumentado levemente– de cara a futuras alianzas para una investidura y la posterior formación de Gobierno; la asignatura pendiente desde el pasado mes de abril.

Se puede decir que la foto de estas elecciones sería similar a la de hace unos meses, aunque los actores hayan cambiado en la derecha y Vox sustituya al partido de Rivera que ahora se apena de que España se ha quedado sin centro. ¿Lo fueron alguna vez?. 

Con este escenario, en adelante persistiría lo que algunos actores políticos han denominado estos últimos meses “bloqueo”, como mínimo a tenor de lo expresado hasta ahora públicamente y movimientos tectónicos imperceptibles aparte. Es lógico afirmar que España es ingobernable si nadie da el brazo a torcer.

El peso de los bloques es conocido: aumenta en dos escaños el de la derecha y retrocede el de la izquierda hasta los 158, cuando el 28A contaba con 165. Por ello, se puede y se debe decir que la izquierda ha ganado, bien es cierto que por muy estrecho margen.

Tras la investidura fallido de julio, que aumentó la brecha entre el PSOE y Podemos, además de marcar  distancias con el independentismo catalán, se puso en marcha el cronómetro para la repetición electoral y no se volvieron a explorar nuevas vías en el Congreso. Sin embargo, con los resultados del 10N el hemiciclo será parecido al de la anterior legislatura, pero algo se ha movido. 

España no puede permitirse continuar en la inoperancia. Los partidos fueron incapaces de conformar un Gobierno siguiendo los designios de los electores y han optado por la vía cómoda: volver a las urnas.

Cargan sobre los ciudadanos la responsabilidad de resolver la papeleta que, por su propia incapacidad y cerrazón, no supieron gestionar. La nueva llamada, que ha obedecido más a los cálculos estratégicos de cada cual, lejos de desbrozar el panorama puede desembocar en una aritmética aún más endiablada.

A ver si los candidatos se enteran de una vez: urge rescatar la política auténtica. No la de frases hechas para captar votos como quien cosecha “me gustas” en las redes sociales, sino la que antepone el bien del país.

Llega, pues, el momento de pactos para formar Gobierno. Nadie sabe cómo, pero en algo coinciden todos: sería suicidad repetir las elecciones por tercera vez. 

 

 

 

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