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El Intelectual, La Divina Providencia y el Muestrario Estrafalario, un relato de Úrsula Álvarez

En mil ochocientos setenta y tres El Intelectual fundó el tercer y último diario*. Meses después fue el primer periodista de la provincia de Santander invitado a la Real Academia de la Historia.

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El Intelectual, La Divina Providencia y el Muestrario Estrafalario, un relato de Úrsula Álvarez
20-09-2022

Imágen de la universal pintora María Blanchard de la segunda generación de los Gutiérrez Cueto.


UN RELATO DE ÚRSULA ÁLVAREZ

En el año mil ochocientos setenta, Domingo nació y con él sus padres cerraron con broche de oro su aporte al mundo. El bebé Domingo sufría de unos ataques de llanto al inicio inexplicables; de un momento a otro su carita se volvía roja y se hinchaba, los pelos se le paraban como si fuera un puercoespín y arrancaba un llanto desesperado y lo que era peor, contagioso. Toda la familia lloraba con él sin saber por qué; hasta El Intelectual, Enrique y Antonio sollozaban en sus oficinas en los diarios; Fernando Corazón de Galerna, desde el otro extremo del mundo, envió un telegrama en verso: “Por el Espíritu Santo, ¡que me ataranto con tanto llanto!” Periodistas al fin, con los bolsillos llenos de pañuelos salieron a investigar por qué lloraba el niño. Su hipótesis era tan descabellada que tuvieron que realizar varios experimentos hasta que la comprobaron, Domingo era alérgico a los militares y a los curas, bastaba la presencia de alguno a cien metros para hacerlo berrear como un poseído. La Divina Providencia dio láudano al bebé para poder bautizarlo, la Iglesia andaba excomulgando periodistas y ella no iba a regalarle argumentos.

En mil ochocientos setenta y tres El Intelectual fundó el tercer y último diario*. Meses después fue el primer periodista de la provincia de Santander invitado a la Real Academia de la Historia. Enrique se enamoró perdidamente de una mujer de ascendencia franco-polaca, rubia y casi translúcida. El Chapetón cayó fulminado ante los ojos de fuego de la hija de una pareja española asentada en Arequipa, Perú, y abandonó los barcos para siempre. Tres años después, El Intelectual murió. Tal vez la vida, en una de las contadísimas ocasiones en que muestra misericordia, quiso ahorrarle al hombre el tiempo de las desgracias.

La vida continuó a pesar del dolor de la ausencia y La Divina Providencia siguió criando a sus hijos menores mientras iba casando a los mayores. La naturaleza dulce y tranquila de Ana hizo que la unión con el notario elegido por su madre se llevara a cabo sin tropiezos. Los nietos aprendían a caminar y nacían nuevos. La casa volvió a llenarse de vida y de periódicos recién lanzados. El Chapetón regresó temporalmente a La Marinera trayendo consigo a la familia que había formado en el sur de América. Llegaron huyendo del infierno provocado por los soldados enemigos de la tierra en que vivían, después del episodio más ignominioso de la Guerra del Pacífico en el que los invasores atacaron y quemaron a un pueblo sin ejército defensor. 

Enrique fundó un periódico y no pudo evitar ponerle el nombre de un océano. El Atlántico es considerado actualmente “el precursor de la prensa local del nuevo siglo”, Domingo, con sólo quince años, fue su más entusiasta colaborador y en la ciudad lo apodaron “el niño prodigio”. La muerte pareció recordar a la familia y arremetió contra sus niños anunciando la llegada del tiempo de las desgracias. En La Marinera llovieron muertos, brazos, piernas, torsos achicharrados y hasta trozos de barcos. Un navío con la bodega repleta de dinamita estalló en el muelle causando la tragedia más grande que se conoció en una ciudad habituada a las tragedias. La Divina Providencia no perdió el tiempo en lamentos, tomó a sus nueras y a sus nietos y los llevó a la casa de Comillas, donde el Machichaco no pudiera alcanzarlos. Cuando la familia regresó a casa y se alistó a llorar sus pérdidas, Ana murió en los brazos impotentes de su madre. El presagio se estaba cumpliendo. Unos meses después, una cocinera nueva completamente aturdida por la presencia de La Parca a toda hora, mató a dos más sin querer, cuando confundió arsénico con harina. El militar más poderoso del país se ofendió por algo que Domingo escribió y lo denunció por injurias. Fernando Corazón de Galerna navegando en aguas cubanas, se vio atrapado en la guerra entre su país y una potencia emergente, se volvió la pesadilla de los gringos y salvó la vida aunque perdió el barco (“El capitán don Fernando se ha quedado sin barco y España sin sus provincias de Ultramar”. Rafael González Echegaray, Vida Marítima, Capitanes de Cantabria). Poco después, La Divina Providencia murió.

Domingo estuvo preso unos cuantos días por una venganza tan estupenda que pareció una confusión. Asumió su propia defensa en el juicio que siguió al atropello y venció. El abogado es considerado uno de los periodistas de mayores dotes intelectuales de su época. Domingo se hizo cargo de la educación de una de sus sobrinas artistas debido a la muerte prematura de su hermano Enrique. El periodista anticlerical y anticastrense escribió en distintos diarios hasta el día en que murió, a los cincuenta y un años, casado y sin hijos.

Fernando Corazón de Galerna sobrevivió a todos sus hermanos y se convirtió en el patriarca de nuestra familia, a pesar de que no tuvo hijos propios. Estuvo casado con una señora a la que conquistó con sus hermosos ojos de cielo, modales de caballero, afiebrados y divertidísimos versos de amor y su encanto inmortal. El héroe se reunión con los suyos en julio de mil novecientos treinta y nueve, poco antes de cumplir ochenta y nueve.

Aquí termina la historia escrita desde el amor, la ternura y el sentido del humor que nuestros espíritus despiertan en mí, y que fue la base para el trabajo que pronto se publicará en un libro basado en las vidas de la familia Gutiérrez Cueto, un trabajo que es una mezcla de realidad y fantasía, de ciencia y de arte, porque tal como Domingo Gutiérrez Cueto escribió un día: “La esencia de la realidad, en la que la aparente oposición de lo real y lo ideal se resuelve, se revela a la conciencia cuantas veces el espíritu, por la ciencia o por el arte, las dos alas de ángel que conserva el hombre, consigue elevarse sobre la propia vida, sobre la idea y el sentimiento del propio ser.”*

*El tercer diario que Cástor Gutiérrez de la Torre fundó fue El Comercio de Santander.

*Ana Gutiérrez Cueto es madre de Matilde de la Torre.

*Frase de Domingo G.C en el artículo La música... y ellas, El Cantábrico, 18 de enero de 1896.           

 

Úrsula Álvarez Gutiérrez, en el nombre de Sixto

Nota: Los hermanos Gutiérrez Cueto fueron diez: Julia, Enrique, Fernando, Sixto, Antonio, Ángel, Ana, Cástor, Javier y Domingo. A la siguiente generación pertenecen Aurelia y María Gutiérrez Blanchard, Sixto Gutiérrez Galloso, el pintor y escultor conocido como Germán Cueto y Matilde de la Torre, entre otros. A la subsiguiente generación pertenecen Consuelo Berges, Enrique Cástor Barahona Gutiérrez y Antonio Quirós, entre otros.