Diario Digital controlado por OJD

El Quijote, de Miguel de Cervantes, único libro editado en cántabro

Ofrecemos unas líneas del primer capítulo en homenaje a esta gran obra del castellano.

Enviar a un amigo
El Quijote, de Miguel de Cervantes, único libro editado en cántabro
23-04-2020

CON MOTIVO DE CUMPLIRSE el 400 aniversario de la edición de El Quijote, novela universal de Miguel de Cervantes, se promovió en España la edición de la gran obra en todas las lenguas o hablas de España. Cuando ya se había editado la obra en extremeño, andaluz e, incluso, en leonés, y solo faltaba en cántabro, Julian Fernández Fernández, destacado cervantista y que cuenta con ediciones de El Quijote en más de ochenta idiomas, costeó la edición de la obra cervantina en cántabro. Fue una odisea pero lo logró. Ha sido, pues, el primer libro editado en cántabro, prologado por una autoridad nacional cervantina como José Manuel Lucía Mejías, presidente de honor de la Asociación Cervantista, además de Asesor Científico  de la Comisión Nacional Cervantes 2016 y Comisario de la Exposición Cervantes en la Biblioteca Nacional. Toda una autoridad en el mundo cervantino.

La introduccion de la obra corrió a cargo del escritor cántabro, José Ramón Saiz Fernández quien abordó la situación de la vieja Montaña en los tiempos que Cervantes escribió El Quijote. La presentación de la obra se celebró en la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander, acto en el que se emitió un vídeo del que fuera ministro de Educación en un gobierno de Adolfo Suárez y director general de la UNESCO, Federico Mayor Zaragoza, otro destacado cervantista.

A continuacion ofrecemos unas líneas del primer capítulo de esta edición cántabra de El Quijote y que gracias a Julián Fernández se puede decir que Cantabria no quedó ausente en ese gran empeño de impulsar ediciones en lenguas y hablas de nuestro país.


CAPÍTULU I

Que trata´l riquiloriu y ijirciciu´l nombráu jidalgu don Quijoti la Mancha

NUN puiblu la Mancha’l cuyu nombratu nu sinciu alcordami, nu jaz muchu tiempu que vivía un jidalgu de los de lanza’n astilliru, adarga antiga, rucín esgalaciáu y galgu correor. Una puchera de angu más vaca que carneru, salpicón las más nochis, guevus con torrijas los sábadus, lentejas los viernis, daque paluminu de añidición los dumingus, cunsumían las terceras partis de la su jicienda. El rebús della cuncluían sayu de velarti, calzas de velludu palas jorras, conos sus pantuflus de lu mesmu, y los diyas d’entri seimana honrábasi col su vellorí de lu más finu. Tuvía ena su casa un ama que apasaba de los cuarenta, y una subrina que nu allegaba a los veinti, y un mozu de práu y praza, que asina insillaba’l rucín cumu atropaba la podaera. Averábasi la edá del muestru jidalgu conos cincuinta añus, era de arca rabudu, ensuchu de carnis, esmirriáu de rustru, gran madrugaor y amigu la caza.