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Falleció el sacerdote Garlos Guerra Pérez-Carral, que ejerció durante 30 años en la República Dominicana

Desde mediados de los años sesenta, siendo acusado de cura revolucionario por apoyar las causas de sus parroquianos, frente a los poderosos.

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Falleció el sacerdote Garlos Guerra Pérez-Carral, que ejerció durante 30 años en la República Dominicana
01-04-2016

HA MUERTO EL SACERDOTE CARLOS GUERRA PEREZ-CARRAL.

Don Carlos fue cura párroco de Riocorvo, Yermo e Ibio durante once años. Después fue a Misiones y ejerció un sacerdocio duro y sacrificado en la República Dominicana donde fue acusado de cura revolucionario por defender a los débiles de las parroquias que ejerció. El caso mas importante fue con motivo del intento de construcción de la presa del Hatillo que anegaba las tierras productivas de la pobre gente. Su voz en contra fue clara y logró que los poderes públicos suspendieron el proyecto.

Muchas veces su vida estuvo en peligro por su valor en defensa de los humildes. Desde estas reflexiones, expresamos nuestro sentimiento y solidaridad tras su muerte a los 89 años de edad.

Siempre se sintió un Hijo de la Virgen Grande.


UNA BIOGRAFÍA DE GRAN CALADO SOCIAL.

Por José Ramón SAIZ.


Nació en Torrelavega el 28 de septiembre de 1926, hijo de Miguel Guerra Calderón, propietario y comerciante y de Ángeles Pérez-Carral Calderón, siendo el más pequeño de siete hermanos. Después de terminar el bachillerato en el Colegio de los Padres Escolapios de Santander en 1944, ingresó en septiembre de ese año en la Universidad de Valladolid para cursar la carrera de Medicina, al igual que su hermano Francisco.

Pero al año siguiente sintió una llamada interior para hacerse sacerdote. Ingresa en la Universidad Pontificia de Comillas en septiembre de 1945, realizando en ella los estudios de Humanidades (1945-47), de Filosofía (1947-50) y de Teología (1950-54). En atención a su edad es ordenado sacerdote un curso antes de sus compañeros de promoción el 12 de julio de 1953. En ese momento, recién ordenado sacerdote, el obispo de la diócesis, José Eguino y Trecu le destina a las parroquias de Riocorvo, Yermo y Cohicillos, donde permaneció entre 1954 y 1966, doce años en entrega espiritual a los 1.463 moradores de estos tres lugares, dedicados predominantemente a la actividad agropecuaria y al trabajo en empresas próximas como la de sacos de Soldevilla en Riocorvo-Las Caldas de Besaya. 

En 1966 decidió dar un giro en su actividad sacerdotal inscribiéndose en la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispano Americana, creada por el Episcopado español con el fin de encauzar vocaciones sacerdotales hacia América. No pasó mucho tiempo sin que con el párroco de Cartes, su buen amigo Salvador Porras Gutiérrez, salen para América, en concreto Colombia con destino en la Parroquia de Paz del Río de Boyacá, diócesis de Duitama, con minas de carbón, hierro… e inmenso campos de labranza. Con Salvador Porras atendió esta extensa parroquia impulsando la espiritualidad entre sus moradores.

En 1969 monseñor Juan Antonio Flores  Santana, obispo de la diócesis de la Vega, de la República Dominicana, y condiscípulo suyo en Comillas, le llamó como colaborador y le encomendó la Vicaría Parroquial de Maimon, en la provincia de Bonao. Un año después pasó como titular de la parroquia de Jarabacoa, en el centro de la isla, “con feligreses de arraigada fe cristiana y alta formación cultural”, en palabras del sacerdote Carlos Guerra. Tras una quehacer pastoral por el que recibió la felicitación de sus superiores, el 30 de noviembre de 1971 tomó posesión de la parroquia de Nuestra Señora del Pilar de Cevicos, de treinta mil habitantes, perteneciente a la provincia Sánchez Ramírez. En esta parroquia fue presentado por el obispo, monseñor Flores, ya que al sacerdote torrelaveguense le esperaba una lucha ardua. La zona era muy pobre, el templo era una capilla de madera con tejado de cinz y la casa parroquial un cobertizo también de madera.

Durante dieciocho años fue el único sacerdote de una demarcación de la que formaban parte una veintena de poblados. Con un labor intensa de trabajo y sacrificios y las ayudas que le llegaban de Alemania y de otras de menor cuantía de España, pudo construir la iglesia parroquial de Cevicos, que inauguró el obispo el 7 de octubre de 1984, además de doce capillas en los campos más poblados. Una época en la que existía una gran sequía de vocaciones, aun cuando a lo largo de su permanencia salieron ocho sacerdotes, siete religiosas y varios seminaristas y aspirantes a la vida consagrada.

En este destino ayudó con denuedo a los muchos pobres de su amplia como necesitada circunscripción parroquial. Todo su tiempo de visitas las realizaba en camioneta o en mulo para llegar a los lugares más recónditos donde celebraba la misa, atendía a los penitentes, acudía junto a los enfermos para reunirse al atardecer en círculos de formación. Una etapa en la que se decantó en un claro apoyo y aliento de la reforma agraria, llegando en algunos casos a luchar contra los poderosos que intentaban desalojar a los pobres campesinos de las tierras que labraban. Además, inculcó en el pueblo la importancia de la reforestación, vital para el desarrollo de los pueblos.

 

En esta actividad de apoyo a los más pobres y necesitados, puso en peligro varias veces su propia vida al acudir a las autoridades gubernativas para reclamar justicia. En alguna ocasión –como en el caso de la presa de Hatillo- logró las indemnizaciones más o menos justa por las tierras que anegaron las aguas, obteniendo seis millones de pesos para reubicar a dos mil familias.

Con el obispo monseñor Flores, colaboró en otro desafío similar: que los campesinos que tenían sus tierras junto a la mina de oro de los Cacaos –en su tiempo la mayor de América- no se les impidiese por los militares pasar a sus fincas cuya propiedad podía probarse documentalmente o se les compensase en los casos de expropiaciones, lo que se había hecho en otros casos como promesas incumplidas o irrisorias monedas. Todas estas acciones en defensa de los desprotegidos, las realizó sin recurrir a la violencia, siendo considerado por sus feligreses como un líder cristiano eficaz. No sorprendió que cuando el 12 de octubre de 1988 fue traslado a otra parroquia, sus feligreses rodearan su despedida de afecto e identidad con su párroco.

En su nuevo destino como titular de la parroquia del Perpetuo Socorro de Santo Domingo, la historia se repite en cuanto a su capacidad reivindicativa al frente de sus feligreses, en este caso cuando en 1992 el Gobierno quiso construir una carretera que suponía el desalojo de tres mil familias. Las manifestaciones se celebraron con insistencia hasta que la Administración dominicana renunció al proyecto.  Con motivo de estos hechos, Carlos Guerra escribía folletos, artículos de prensa, intervenciones en radio o remitía cartas a las autoridades del país.