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Hoy, San Cipriano, fiesta en Cohicillos, a la que se acude con la tradicional vestimenta montañesa

El año pasado no se pudo celebrar por la pandemia y es de esperar que en esta edición el tiempo acompañe.

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Hoy, San Cipriano, fiesta en Cohicillos, a la que se acude con la tradicional vestimenta montañesa
16-09-2021

El pueblo de Cohicillos, en el municipio de Cartes, celebra hoy, 16 de septiembre, la tradicional fiesta, declarada de interés turístico regional, en la ermita de San Cipriano. Se trata de una fiesta tradicional a la que se acude con la tradicional vestimenta montañesa. La jornada de hoy es fiesta local en Torrelavega y Cartes. 

El año pasado no se pudo celebrar por la pandemia y es de esperar que en esta edición el tiempo acompañe. 

San Cipriano en Cohicillos

Fermín Palacios, un "forofo" de la subida a la pradera que está animando, un año más, la conmemoración en Facebook.

 

 

La imagen imposible de la fiesta, hoy, de San Cipriano en Cohicillos

15-09-2020

La fiesta de San Cipriano 2020 no se celebró en la pradera de Cohicillos (Cartes) por la pandemia reinante, acuerdo de la comisiòn de Festejos con el beneplácito del Ayuntamiento de Cartes. Una fiesta tradicional que reúne todos los años a miles de romeros que se acercan hasta la ermita para homenajear al santo. Fiesta, además, en la que no falta el traje regional como expresión de identidad de una conmemoración que cuenta con gran arraigo.

Fermín Palacios es un "forofo" de esta fiesta a la que acude todos los años desde que era un niño. En la imagen, le vemos ante la fuente de la pradería que mana un líquido elemento de evidente salubridad, además de fresca. Beber de la misma representa una de las tradiciones de la fiesta. Fermín Palacios viene "moviendo" la fiesta  en las redes sociales con imágenes de otras ediciones.

SAN CIPRIANO 2010

Pregón de la Fiesta de San Cipriano de José Ramón SAIZ FERNÁNDEZ, Doctor en Periodismo, Académico de Historia, pronunciado en Corral (Cohicillos) el 14 de septiembre 2010, por invitación del entonces alcalde Saturnino Castanedo.
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Señor Alcalde, Corporación, Comisión de Festejos, amigos y vecinos, devotos todos de San Cipriano*.
Dicho queda desde este momento mi agradecimiento al Ayuntamiento y a la Comisión de Festejos por invitarme a ejercer de pregonero de San Cipriano, la más antigua de todas las fiestas costumbristas de Cantabria, agradecimiento que hago extensivo a todas las personas que os habéis dado cita en este acto de su inicio, con el saludo de todos a la Cantabria amante de sus tradiciones, de su historia e identidad que nos sigue en directo con la retransmisión de este pregón gracias a esa radio cántabra, tan nuestra y de todos, que es Radio Altamira.
Ya os confieso -aunque sea innecesario- que como tantos otros compañeros de escuela con vivencias de infancia y juventud, todos los años esperábamos con impaciencia la fiesta de San Cipriano para subir con nuestras familias hasta la falda de los montes de Cohicillos cuya grandeza y hermosura geográfica que tanto nos cautivaba, divisábamos desde nuestro pueblo, tiempos aquellos –recordamos- en los que este mítico Monte Ibio acogió aquella gran antena de más de cuarenta metros que con todos los artilugios técnicos nos permitió el acceso a las imágenes, allá en los inicios de los años sesenta, de ese medio revolucionario como la televisión que irrumpió aceleradamente en nuestras vidas.
Al mirar al pasado de esta fiesta, evoco el recuerdo de nombres fijos de su grandeza pertenecientes a mi pueblo de Cartes y a todos los de su recorrido: el barrio de Rialicuarto, Riocorvo, Yermo, Corral y San Miguel, soporte y vehículo de la transmisión de las tradiciones a nuevas generaciones.
En todo caso, permitidme que al hilo del relato, situándome en los inicios de la gran pradera, me acerque al lugar que tradicionalmente ocupan los de mi pueblo, con las tortillas y el vino, a la sombra de los árboles y arbustos, siempre cerca del lugar donde trabajarse una buena vara de avellano, parte del simbolismo de la tradición.
Recordando ese camino de ilusiones y jolgorio juveniles, quiero proclamar en el inicio de este pregón el carácter y la identidad de esta fiesta, celebrada desde tiempo inmemorial, tanto que hace tres siglos, en el año 1710, el Concejo de Cohicillos gastaba 24 reales en las cuatro misas que se habían celebrado por las rogaciones al Santo y había mandado llevar a la ermita vino suficiente para convidar a las personas que acudieran a ella, por lo que se pagaron 17 reales y 6 maravedíes o, el mandato, en otro momento de este largo proceso histórico, que al sacar el concejo a subasta la taberna para la fiesta, ordenaba que se llevara " un carro de vino según costumbre ynmemorial en la hermita de San Cipriano".
Una devoción que parte desde que se levantara la ermita y en el entorno, bajo su pórtico, se reunieran los ganaderos, pastores y los vecinos que protagonizaban un encuentro festivo que con el paso del tiempo comenzaron a celebrase bajo la advocación de San Cipriano, como protector de tierras y ganado
Se trata, por tanto, de una fiesta ligada a los frutos de la tierra como queda patente desde la Edad Media, época en la que era costumbre en la comarca “subir la cuba al Santo” con alimentos y bebidas que se ofrecían al patrono, antecedente de las peregrinaciones romeras que hoy se celebran. En cuanto al lugar, bien se puede decir que la pradera de San Cipriano se presenta como el sitio consagrado a la unión entre el concejo de Cohicillos y el Santo, para obtener así el favor de su protección.
Un carácter e identidad montañesa y cántabra que está suficientemente probada con el paso de los años. Tiempos aquellos cuando lejos aun de la modernidad, en el camino se levantaban preciosos palacios junto a casas de pastores y casonas de familias hidalgas que se engalanaban para sumarse como acompañantes a la comitiva. Se recorrían muchos pueblos y haciendas en ese empinado trayecto hacia la pradera, al tiempo que se incorporaban carretas tiradas por bueyes con más peregrinos, realizándose las necesarias paradas de avituallamiento. Y así, en amena conversación, saltando valles y barrancos, rodeados de jarales y espesura, se llegaba a la fuente de Corral. Tres o cuatro caños manaban agua fresca y abundante "calentita en invierno y helada en verano" al decir de sus gentes.
Pero hagamos aquí un alto en estos retazos de vieja historia de siglos, para desvelar hechos nuevos en los prolegómenos de la gran fiesta de 2010 de subida a la pradera. Primero, ese espíritu costumbrista que llevó al recordado Hermilio Alcalde del Río a fomentar esta tradicional romería de San Cipriano. En su interés por fortalecer el espíritu de esta fiesta, logró en los años veinte un importante tipismo que la llevó a ser una de las primeras de la provincia de Santander.
El historiador local Pablo del Río escribió que Hermilio Alcalde del Río, “estudioso de nuestras tradiciones populares y admirador del bello lugar, organizó concursos de cantos y bailes, con la participación de individuos y grupos destacados de la región”. Para el progreso de esta romería de San Cipriano en la campa de la ermita en honor del santo, don Hermilio fomentó entre los jóvenes el uso de la vestimenta montañesa y aldeana, que pronto se vieron muy numerosos, mezclados entre el gentío. Desde entonces, la subida a la campa de San Cipriano, al pie del monte Vidrio, se viene realizando por miles de romeros con el traje típico montañés, aunque algunas variedades se proyecten más en otro tipo de fiestas más propias de ambientes carnavalescos.
Gracias a la intervención de don Hermilio, la fiesta alcanzó un nombre y prestigio no solo en la Montaña sino en toda España. Así, en 1928 ocupó toda la la portada del periódico nacional ABC con una gran fotografía de la romería montañesa en la que se observa, a pesar de las dificultades y adversidades de entonces, una campa invadida por la fiesta y el jolgorio como expresión del más fiel montañesismo.
En aquellos años, se bajaba a merendar a Cohicillos donde en su bolera se disputaban encuentros bolísticos entre los cohicillanos y los forasteros de pueblos próximos. A media tarde, bajada hacia Riocorvo, con parada en su fuente, más tarde un alto en Cartes para terminar la fiesta con la verbena que con gran concurrencia se celebraba en la Plaza Mayor de Torrelavega, acontecimiento que proyectaba el seguimiento de la fiesta no sólo en nuestro Ayuntamiento sino en todos los contiguos.
Este número en el que aparece en portada del periódico nacional la fiesta de San Cipriano, del que guardo un ejemplar, lo donaré a la Biblioteca y Archivo Municipal para que pueda ser visto por todos y quede como patrimonio documental del Ayuntamiento vinculado a esta antiquísima tradición de subir a la ermita, que por su tipismo es parte íntima del alma montañesa y cántabra.
Pero antes de que la fiesta apareciera como tema único y central en la portada de un reconocido periódico nacional, ya se hablaba de las aguas, esas “aguas milagrosas” que con razón evoca la promoción institucional de la fiesta, que dieron vida y salud a los vecinos de Torrelavega en la que fue su primera traída de aguas en los primeros años del siglo XX. El promotor de la traída, el concejal y médico taniego, Adolfo Ruiz de Rebolledo, al que el pueblo levantó con sus aportaciones económicas un monumento tristemente desaparecido de la faz de la ciudad, fue el gran propagandista de estas aguas de cuya riqueza es fiel guardián nuestro santo y patrono.
Después de analizar otras alternativas, Ruiz de Rebolledo llegó a la conclusión de que las aguas, vuestras aguas, que surgían de los montes de Cochillos eran en “calidad y cantidad” las mejores, además de su altura, “de ciento ochenta metros sobre el nivel de Torrelavega”, que facilitaba su caída hasta las fuentes distribuidas por el Zapatón, Cuatro Caños, Quebrantada y El Mortuorio.
Fue Rebolledo un gran propagandista de esta riqueza natural que brotaba de los montes vecinos, convenciendo a amigos de la utilidad del proyecto, facilitando los estudios preliminares de planos, memoria y presupuesto, logrando con su tenacidad y apuesta la aprobación del proyecto y su financiación. La traída, finalmente, se construyó y se inauguró "a principios del verano de 1905 y cuando Rebolledo vio llegar las aguas de Cohicillos al Zapatón, a pesar de que su salud era ya nada satisfactoria, la prensa localista reseñaba: “¡cuán grande fue su alegría, al ver coronados sus muchos esfuerzos! y allí, copa en mano, bebía agua, las aguas de Cohicillos, acaso veinte veces diarias".
Más de un siglo de la cesión generosa de estas aguas - y subrayo lo de generosa- para mejorar la salud de los torrelaveganos, todavía se conserva, de su paso por estos pueblos, la tubería de hierro colado que, al menos, llega hasta el caserío de Nelu. Unas aguas que llegaban a través de un canal de piedra desde más arriba de San Cipriano. Aguas que discurren por manantiales como el que está próximo a esta bolera, del que emana el líquido elemento, fresco y saludable, todo el año.
Finalmente, en este pregón que canta la fiesta pero que aspira a ser divulgativo, quiero desvelaros aspectos de su historia que se van perdiendo o se desconocen en su rigor exacto. 1935 fue el último año que se celebró en lo que era su discurrir por la senda de la normalidad. Estoy seguro que nadie de los que subieron a honrar al Santo, pensaba en la inmensidad de la tragedia nacional que se inició diez semanas antes de la cita de 1936.
Durante los años cuarenta, con una vuelta a muchos aspectos de la vida religiosa, la fiesta desapareció por imposición oficial aunque en la intinmidad de muchos hogares se evocara y se pidiera el favor del Patrono. La fiesta de San Cipriano dejó el pasó a las misiones populares en aquel contexto de miseria, necesidades y esperanzas, sobre los que nuestra retina mantiene vivos los vestidos negros de la gente mayor del pueblo y los velos, también oscuros, de las mujeres a la salida de misa.
En este contexto, la Fiesta de San Cipriano estuvo suspendida hasta 1949, que la autoridad civil y religiosa decidieron conjuntamente, no sin reparos, restablecer la misma, siempre y cuando se desarrollara bajo los principios de sana moral y la devoción católica.
En una prensa sometida a controles oficiales, se indicaba que una fiesta tan tradicional y típica en su montañesismo, no podía volver al espíritu que la animó en los años treinta, llamando la atención y fijando su crítica a que, entonces, más parecía un carnaval. Se trataba, sin duda, de una consigna de las muchas que aparecían en la prensa en el objetivo de reconvertir y neutralizar lo que era una fiesta alegre y divertida, de positiva expresión de nuestras tradiciones.
Pero algo no debió agradar a la autoridad gubernativa para que, en 1950, de nuevo se suspendiera, prohibición que se mantuvo hasta 1954, que por la presión de cohicillanos volvió a recuperarse con un programa oficial que difundido por la prensa rebajaba su valor tradicional y costumbrista para destacar los valores religiosos, como el sermón a cargo de un orador sagrado y el rezo del rosario tras la comida.
En todo caso, hay que señalar que en estos cuatro años de prohibición fueron numerosas las personas que, llamadas por la tradición que les inculcaron sus mayores, acudieron a cumplir con la tradición de la subida a la pradera y rendir culto al Santo, lo que se impidió por las fuerzas de orden que intervinieron por mandato gubernativo. Se trata de un dato elocuente y significativo que nos indica hasta que punto el tipismo de la fiesta, con todos sus valores tradicionales, había calado muy hondo en la conciencia e indentidad de las gentes de Cartes y de toda la comarca.
No deja de sorprender que alguna prensa siguiera sin aceptar la celebración de la fiesta, hasta el punto de expresar su alegría por la pertinaz lluvia que cayó en el amanecer del 16 de septiembre de 1955 y que impidió la subida de miles de romeros hasta la pradera de Cohicillos. Algún cronista apeló a un regalo de Dios aquella lluvia por venir a deslucir lo que llamaban una fiesta pagana.
Felizmente, la fiesta organizada con acierto por el empeño de mayores y jóvenes de estos pueblos, fue ganando adeptos y el paso de los tiempos abrió el camino a diversiones menos rígidas. Pero aquellos reparos se vencieron -y conviene reiterarlo- con el rigor y vigor de una fiesta que es fiel a sus orígenes que encontramos cientos de años atrás. Superados quedaban tiempos de oscuridad en las tradiciones, que no lograron arrinconar ni derrotar la identidad de esta fiesta por estar enraizada en el corazón y la identidad de vuestros antepasados.
Amigos todos y devotos del Patrono de la fiesta:
Nos resta de este pregón instar a San Cipriano para que atienda todas vuestras peticiones y os guarde salud y hacienda. Así lo hacemos y lo pedimos al Santo que fue mártir.
Que San Cipriano nos guíe para superar las adversidades del momento con fe, constancia, trabajo y justicia.
Que San Cipriano siga velando por esta fiesta en su honor en la que impere el legado del costumbrismo y anide en ella el profundo amor al terruño natal.
Pero un pregón no puede obviar, ni esconder, ni tampoco disimular lo que nos rodea, en este caso el problema que viven muchos vecinos de estos pueblos altos de Cartes con los montes comunales que vienen trabajando con su esfuerzo y el de sus antepasados.
Os quiero decir que no depongaís vuestro esfuerzo en lograr lo que es vuestro por la ley de la tradición, a través de la sensatez que avala la razón y el derecho, luchando con la fuerza del sentido común hasta que se os reconozca lo que por herencia de generaciones anteriores os pertenece.
Como historiador, quiero expresaros mi esperanza personal de que los archivos que guardan la memoria de los pueblos, desvelarán sobre los montes de Cohicillos todas las razones que avalan con justicia vuestros derechos.
Perseverar es ganar. Pidamos al Santo y a las leyes que, guiadas por la justicia, reconozcan vuestros derechos. Lo necesitamos todos, no solo para satisfacer vuestros anhelos históricos como protagonistas, sino para que nuestros pueblos que conforman ese gran tesoro de la Cantabria rural tengan razones para existir y sobrevivir.
Amigas y Amigos de San Cipriano: Que el Santo nos acompañe y como Patrono cuide de todos para darnos ánimos en ver cumplidas nuestras aspiraciones.
Gracias Señor Alcalde, Presidente de la Comisión de Festejos, Concejales, amigos todos, surgiendo de nuestros corazones un vibrante !Viva San Cipriano¡.