Diario Digital controlado por OJD

Torrelavega: visión de una década prodigiosa (1963-75)

Por JOSÉ RAMÓN SAIZ

Enviar a un amigo

Aquí estamos, por cuarto año consecutivo, para presentar el cuarto volumen de la Crónica torrelaveguense del siglo XX: ya sumamos 1.200 páginas, más de dos mil fotografías en las que aparecen más de cuatro mil torrelaveguenses identificados. Año tras año y van cuatro, estamos logrando llevar a cabo lo que parecía casi imposible: dotar a nuestra gran ciudad de una obra que analice el siglo XX; el de sus inicios, despegue  y consolidación como ciudad de España.

 

Ya hemos llegado a 1975, un año clave en nuestra reciente historia nacional, y en este volumen abordamos el desarrollismo de los sesenta en el camino hacia el final de un régimen y el alumbramiento de un nuevo sistema político en vísperas de que la ciudad alcanzara los 50.000 ciudadanos, tras iniciar el siglo con 7.777 torrelaveguenses.

 

Permitidme que evoque, en primer lugar, los nombres de algunos colaboradores excepcionales en esta obra: la editorial, Ediciones Los Cántabros en la persona de Carlos Alutiz, las aportaciones gráficas de Alvaro Saiz Uría y de Gelo Bustamante, agradecimiento que  me permite recordar el señorío de su padre, Horacio Bustamante Hurtado, el trabajo importante de identificación fotográfica realizado por Justo Echevarría Laguillo y, finalmente, la colaboración de muchas personas, instituciones, entidades y colectivos que han contribuido a que esta obra salga adelante, año tras año, sin patrocinio oficial, lo que significa que estamos cumpliendo nuestros objetivos con el apoyo de los lectores.

 

 Esta gratitud hago extensiva, de corazón, a Pedro Crespo de Lara, que hace dos meses presentó mi libro de la Villa de Cartes y que hoy hace lo mismo con este volumen, él que inició su recorrido por la abogacía en esta ciudad en la que cuenta con grandes amigos y admiradores, y de Torrelavega saltó a Madrid para triunfar en Informaciones, que tanto aportó al espíritu de reconciliación nacional y ostentar, entre otras responsabilidades, la secretaría general de la Asociación de Editores de Diarios Españoles, AEDE; y el decanato del Colegio de Abogados de Madrid. Gracias, querido Pedro, por hacer de maestro de ceremonias de este volumen de historia torrelaveguense y tus cariñosas palabras por ese honor recibido de la Real Academia de la Historia.

 

Numerosos protagonistas de aquellos años de vida torrelaveguense siguen con nosotros; otros nos dejaron con su huella de identidad con la ciudad y sus afanes. Están con nosotros, en esta noche, personas que representaron los valores de la ciudad en aquel tiempo: Carlos Monje, alcalde en 1974; Fidel Linares, campeón de España de Bolos, Manuel Martín Piñera, maillot amarillo durante una etapa en la Vuelta de 1968, Miguel Ángel Revilla, joven economista que tuvo el valor, entonces, de asumir la Delegación Comarcal de Sindicatos y pronunciar el nombre de Cantabria en su toma de posesión;  Presidentes de la Joven Cámara como Ernesto Gómez, Carlos Herreros de las Cuevas y Gonzalo Sánchez Moreno, o Jesús González de la Vega, entonces un niño, precoz en el arte, hoy consumado escultor. Otros nombres están en el recuerdo porque también forjaron ciudad.  

 

También quiero agradecer la presencia de Cionín Mazón, la primera estudiante de este Centro que en 1934 llegó a la Universidad Española, hija del primer alcalde electo de la II República, José Mazón Samperio, al que también rindo público homenaje por su gestión en mejorar los niveles de instrucción pública y apoyar la creación de este Centro. Y, cómo no, pronuncio el nombre de Ricardo Montero, vinculado a tantas cosas que se refieren a amar a Torrelavega, que frente a todos los obstáculos de la salud,  me reconforta verle aquí, a mi lado, como a tantos de vosotros, queridos amigos y amigas.  

En  este volumen que os presento, se vivió en Torrelavega una década prodigiosa; un paso adelante en su progreso y en su definición sociológica como ciudad que caminaba hacia finales del siglo XX.

Pero para llegar a ese progreso y desarrollo, existieron otros momentos y otras circunstancias no tan felices, sino todo lo contrario.

En algún momento de un pasado que acumula varios miles de años, un pequeño grupo de antepasados se encontraba apiñado en torno a unas cuantas hogueras mortecinas a orillas del río próximo. Aquel grupo humano que fundó una pequeña aldea afrontó peligros inmensos en los que unos perecieron y otros sobrevivieron para afrontar otras tormentas que les pusieron a prueba, pero que también superaron, pensando con seguridad y con la mirada puesta en el futuro, hacernos a todos una vida menos adversa y más confortable.

Lucharon por la libertad que, generosamente, con su sacrificio, muchas veces heroico, nos trasmitieron. Aquellas mujeres y hombres que fundaron y refundaron la Villa,  con su indomable voluntad y  heroicidades, con su fe y su tesón, forjaron para nosotros un futuro mejor.

Es así como recordamos con humilde gratitud a esos valerosos antepasados que defendieron este solar de la indómita Cantabria ante cualquier intromisión. Les rendimos homenaje no sólo porque fueron guardianes de nuestra libertad, sino porque encarnan el espíritu de servicio y la voluntad de encontrar sentido en algo más grande que ellos mismos.

Estamos reunidos aquí porque hemos escogido voluntariamente que, en un día y en algún momento, teníamos que entregar y ofrecer unas horas a la memoria y a la historia. A esa memoria que nos recuerda los que pasaron por esta Villa y  Ciudad, la defendieron y engrandecieron, y ya no están entre nosotros.

No están, en efecto, físicamente, pero para nosotros y por nosotros trabajaron en condiciones infrahumanas y defendieron la libertad de este pequeño solar cántabro; soportaron la dureza del invasor, vencieron la conquista y labraron la dura tierra. Historia de siglos en la que sufrieron adversidades, casi todas, y vejaciones, muchas; que afortunadamente como triunfo de aquellos sacrificios, los de mi generación y de las que nos siguen, no hemos conocido.

Y esa vida menos adversa y más confortable, comenzamos a disfrutarla en aquellos años sesenta, gracias a terribles sacrificios de nuestros padres y abuelos que afrontaron guerras inciviles y a quienes, unos y otros, no dejaron que germinara en sus manos la esperanza de un tiempo mejor y más justo al que tenían merecido derecho.  

La época que discurre entre 1963 y 1975, fue un tiempo en el que se sucedieron hechos relevantes en todos los ámbitos de la vida torrelaveguense que impulsaron un desarrollismo económico e industrial, la ampliación de la clase media con el crecimiento del consumo que simbolizaba el  coche familiar y los electrodomésticos, en cuyo final de etapa se vislumbraba el agotamiento del régimen a la espera de que se cumplieran las "previsiones sucesorias".  

 

En pocos años, Torrelavega creció por sus cuatro costados y se vio invadida de coches y de antenas de televisión. En 1964, con motivo de los XXV años de la Paz del régimen que se celebró con una visita de Franco,  la fiebre del crecimiento en Torrelavega se percibía en la demanda laboral en todas sus empresas. El caso de Sniace es un ejemplo al alcanzar en 1968 una plantilla de 3.890 productores.  Son años espectaculares en todo.

 

El incremento del empleo en las grandes empresas y la aparición de pequeños talleres e industrias auxiliares, como es el caso de Talleres Landaluce que analizamos, como de Rocacero, que abordamos en el volumen anterior, empuje industrial que aceleró y agravó el problema de la falta de viviendas.

 

Una etapa en la que la ciudad siguió estirándose hacia La Inmobiliaria y Campuzano, con el Barrio Covadonga y Nueva Ciudad.  Se vendía todo lo que se construía, tanto por la Obra Social de la Falange como por la iniciativa privada que en estos años se centra en las firmas de Inmobiliaria Montañesa, de la familia Ruiz de Villa, Ramón Obaya, los hermanos José y Luciano Carabaza y herederos de Cándido Estrada, en lo que se refiere al desarrollo de la Nueva Ciudad en los finales de los sesenta y años posteriores. El primer Plan General de Urbanismo de la ciudad que data de 1964, no impidió que los nuevos espacios urbanos surgieran con evidentes carencias de servicios y zonas verdes.

 

La cultura se hizo menos oficialista con la constitución en los años sesenta de la Asociación Cultural Prometeo, que fundaron un grupo de jóvenes universitarios y cuya primera presidencia ostentó Adolfo Pajares Compostizo, ya entonces concejal del Consistorio municipal. Una asociación que tras la presidencia de Herminio Tella asumió la responsabilidad Emilio de Mier  que al impulsar otra cultura más abierta, comenzó a vivir encontronazos con el poder político.

 

Siguió en estos años jugando un papel importante la Biblioteca Municipal como centro de cultura, mientras se sucedían las exposiciones pictóricas y artísticas que aspiraban a sintonizar, en algunos casos, con elementos vanguardistas. En los primeros años de los setenta, nos dejaron tres gigantes de nuestra pintura: Modinos, Párraga y Varela, al tiempo que irrumpe Pedro Sobrado, después de sus años parisinos que coinciden, en parte, con el movimiento estudiantil de 1968.

 

Después de las carencias de todo orden en las dos décadas anteriores, la enseñanza comenzó a despegar en los presupuestos públicos. Se incrementó la escolarización en los centros educativos públicos, se amplió la enseñanza privada, los colegios de La Paz y los Sagrados Corazones estrenaron modernas instalaciones y el Instituto Marqués de Santillana vivió su mayor esplendor al conseguir en 1971 el subcampeonato de España del popular programa de TVE, Cesta y Puntos gracias al concurso de sus mejores bachilleres, hoy excelentes profesionales en Cantabria y repartidos por el mundo.  

 

En este centro dirigido por el sacerdote y catedrático López Hoyos, aumentó el profesorado en diurno y nocturno y también la matrícula de alumnos, hecho que motivó que se creara una sección delegada -la de Torres- que inauguraron los Príncipes de España (don Juan Carlos ya era sucesor a título de Rey), en agosto de 1971, comenzó dirigiendo el farmacéutico y profesor José Antonio Ceballos para asumir finalmente la dirección Demetrio Cascón.

En una ciudad en crecimiento en todos los órdenes, los sesenta fueron, sobre todo para los más jóvenes,  años de ilusión y esperanza en que entramos, con ingenuidad y alegría, en la sociedad de consumo, la compra a plazos y lo «moderno», metiéndonos de lleno en un periodo de cambios sociales y, finalmente, políticos.  La sucesión de acontecimientos fue imparable: la minifalda, la música pop, los guateques, la generación ye-ye, los festivales de la canción, la televisión, los hippies, los Beatles, Kennedy, Luther King, el Che, el Concilio Vaticano II, los trasplantes de órganos, el hombre en la luna, la emancipación de la mujer, mayo del 68, los seriales televisivos, las revistas del corazón, las apariciones de Garabandal, Gibraltar español, Ángel Nieto, Paco Gento, el Cordobés, Manolo Santana, el Seat 600, los «grises» y el turismo…

Todo esto y mucho más sucedió en el mundo y en España durante los años sesenta que otorgaron a estos tiempos su distintiva personalidad.

En deportes, la Gimnástica provocó la euforia general cuando en 1966 ascendió a Segunda División del fútbol español, una etapa de gloria –con la presidencia de Ramón Obaya- que se vio recompensada, por el azar, con las visitas -unos meses después- del Real Madrid para disputar la Copa y el campeón intercontinental, Peñarol de Montevideo, en partido amistoso.  El Malecón se llenaba a reventar y en la temporada 67-68 la fiebre futbolística se elevó extraordinariamente: los gimnásticos quedaron por encima del Racing en la clasificación general y los dos partidos del derby fueron ganados por los torrelaveguenses. En ciclismo, Martín Piñera siguió ganando etapas importantes de la Vuelta a España como las que terminaron en Bilbao y Barcelona, además de disfrutar una jornada del maillot amarillo en la ronda de 1968.

 

En bolos, la catedral  de la Llama solemnizó  la proclamación, por fin, de la hegemonía de Fidel Linares sobre Joaquín Salas, después de lograr el de Torrelavega cinco subcampeonatos de España. El gran pulgarista de la Bolística alcanzaba sus tres campeonatos de España en las ediciones de  1964, 1965 y 1970. Un campeonato de España, el de La Llama, que organizó la Peña Mallavia, en 1965, bajo la presidencia de José Collado, o Juan Portugués, que es lo mismo, que con merecimiento se ganó el título de La Invencible por su capacidad organizativa al conseguir que el corro quedara listo para el juego después de acaerrar  una intensa lluvia en las horas preliminares al inicio y en pleno desarrollo de la competición.

 

El poder municipal encarnado en la figura omnipresente de Jesús Collado Soto, afrontaba sus últimos años de alcaldía en los inicios de los setenta con la inauguración del Mercado Nacional de Ganados con presencia de los Príncipes de España y altas autoridades del Gobierno, una gran obra en cuya realización tanto perseveró el alcalde de más largo mandato al frente del Consistorio como fue Collado Soto.

 

Hay una sucesión de hechos en aquellos años que tienen relevancia con el paso del tiempo  que suceden entre 1972 y 1974 y que definimos, por su significación, como hitos predemocráticos: la fundación de Joven Cámara, la presencia de Miguel Ángel Revilla al frente de la Delegación comarcal de Sindicatos y el relevo en la alcaldía, en 1974, por una persona más identificaba con el tiempo que llegaba: Carlos Monje Rodríguez, que con otros activos sindicalistas y empresarios mantenían una estrecha relación con Miguel Ángel Revilla de la que surgirían las primeras reuniones para creación de la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC), momento en el que de alguna manera comienza la historia autonómica de Cantabria. Todo esto y mucho más comenzó a surgir desde Torrelavega.

 

Un cambio de aire fresco representó la llegada de Cristóbal Mirones como párroco de la iglesia de La Asunción y pasar Teodosio Herrera de titular a la de San José Obrero, decisión tomada por el Obispado en 1970. Mirones imprimió desde el primer momento un sello de iglesia participativa, socialmente comprometida que no dudaba en denunciar las injusticias sociales.  La parroquia se instaló en la doctrina social del Vaticano II y en su compromiso con los más necesitados y una denuncia permanente de un urbanismo agobiante,  dirigió con tacto y espiritualidad un activo equipo parroquial.

 

En diciembre de 1973 era asesinado el Presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, un hecho que de alguna manera reflejaba el inicio de la agonía del franquismo. Ya se percibían inquietudes laborales y políticas, que se reflejaban, sobre todo, en situaciones de crisis de empresas. Los expedientes de plantilla que afectaron a General, sirvieron para movilizar a cientos de obreros por las calles de la ciudad, a pesar de la fuerte presencia policial y de la represión gubernativa. Lo laboral, las inquietudes sindicales y obreras marcarían los siguientes años en una ciudad que a punto de estrenar los 50.000 habitantes, que alcanzó en 1976, buscaba otros derroteros.  Precisamente alcanzamos esa población de 50.000 habitantes en el tránsito de alcaldía de Carlos Monje que al dimitir de su cargo dejó la responsabilidad en manos del recordado Julio Ruiz de Salazar.

 

Quiero terminar estas palabras con mi gratitud, una vez más, por acompañarnos en este acto cultural que es una muestra más de la identidad torrelaveguense que celebramos en este salón de actos, el centro en el que tantos nos formamos, que recoge en sus paredes los recuerdos de vidas de educadores extraordinarios que nos aportaron la fuente de sus conocimientos. A todos, el agradecimiento más sentido de generaciones de torrelaveguenses que pasamos por estas aulas.

Hemos hablado de ilusiones de otro tiempo que recordamos con cierta nostalgia por los muchos cambios que vivimos. Hemos recuperado la libertad y las instituciones y en estos momentos vivimos coyunturas sociales y laborales difíciles que se perciben en las calles de la ciudad.

En los últimos días hemos vivido el dolor por la muerte de dos personas vinculadas a la cultura y al hecho identitario torrelaveguense: Aurelio García Cantalapiedra y Julio Ruiz de Salazar. El primero, un ejemplo de superación desde su empleo en Sniace, fue el referente torrelaveguense en el conjunto de la intelectualidad santanderina de los años de la posguerra; más tarde director de Peña Labra, la gran revista de las letras cántabras y españolas, responsable de muchas iniciativas desde los inicios en 1981 de la Fundación Santillana, autor de libros y Cronista Oficial de la Ciudad. Su biografía y protagonismo en la cultura local y regional ya quedó recogido en el anterior volumen.

Hace pocas horas enterramos a Julio Ruiz de Salazar Irastorza. El dolor de la ciudad se manifestó ayer en su funeral en la Iglesia de la Virgen Grande, como también en la mañana del domingo, cuando bajo una lluvia impertinente numerosos amigos acudimos a  despedirle.

Descendiente directo de médicos de prestigio y de entrega a la sociedad en la lucha contra enfermedades felizmente superadas, como hizo en vida su padre, al perseverar en su lucha profesional contra la tuberculosis, Julio fue también un ejemplo de altruismo en el ejercicio de su especialidad de análisis clínicos, un ejemplo de entrega a los demás y un ejemplo de orgullo torrelaveguense desde un profundo patriotismo español y de militancia católica sin reserva alguna. Escribió páginas hermosas de la historia de la ciudad, de sus recuerdos, y lo hizo con categoría y belleza literarias. 

En este libro recojo, precisamente, una anécdota que Julio me contó en una ocasión, en concreto con motivo de una reinauguración del Garcilaso, aquel cine de majestuosas lámparas y bella decoración. Comentaban varias señoras curiosas la suntuosidad del cine, observando en el techo varias caras, desconociendo su identidad. Una de las presentes, sin pensarlo dos veces, afirmó: “Mujer, el del medio es Franco, el de la izquierda Coliseum y el de la derecha, Garcilaso”.

Pero desde que presenté el III volumen el 4 de diciembre de 2008, faltan otras personas, otros amigos. Y también nombres de referencia ciudadana como Nilo Merino, que con Egusquiza y sus voces, la Coral retomaba las cumbres del prestigio, o el organista de la parroquia, el sacerdote José Luis Casta. Y al citar la Coral recuerdo a los Garcilasos. Este año 2010 se cumplen cien años del nacimiento de Pepín del Río, que nos dejó un grupo humano brillante y en buenas manos, las de Lorenzo Morante que ha cumplido 25 años de director. Y en ese contexto de los setenta, nació el grupo de folklore Nuestra Señora de Covadonga, referente de nuestras mejores tradiciones que surgió de la mano de Emilio Bustamante y Chiqui Rivera, con cuyos miembros guardo el profundo afecto construido en un apasionante viaje por la antigua Mesopotamia del Tigres y el Eufrates en 1990.

Al recuerdo de tantos y tan valiosos torrelaveguenses dedico este acto, con la seguridad de que desde los corazones de todos recordamos su identidad y entrega a esta Ciudad que nos une bajo el lema del Ave María.  Ese recuerdo especial está dedicado igualmente a dos personajes de cuya muerte conmemoramos los cien años: el boticario Juan Francisco López Sánchez, que al frente de El Impulsor sufrió sanciones, cárcel, destierro y su ruina económica. No encontramos en nuestra reciente historia un personaje que haya padecido en tiempos de paz civil, tantas adversidades en defensa de la libertad política y de la verdad; todo ello, enarbolando una apasionada entrega por Torrelavega desde la legitimidad de sus ideas republicanas.

El otro escritor fallecido en el pueblo francés de Arcachón, en diciembre de 1910, fue Rafael Barret, considerado una de las glorias de las letras iberoamericanas. La ciudad le recuerda con una calle en el corazón de La Llama.

 

Narraré en relación a Barret que probablemente no haya un escritor de los grandes  sobre el que más se ha discutido en relación  a su origen natal en lo que ha sido una sucesión de errores, dudas y confusiones.  Armando Donoso, uno de sus primeros críticos, le dio por nacido en Algeciras; Carmelo Bonet, señala en sus estudios sobre Barrett que nació en Argelia; de origen catalán le citó Carlos Zubizarreta; por su parte Sainz de Robles y José Luis Borges le identifican como escritor argentino y, finalmente, Eduardo Galeano afirma que Rafael Barrett nació en Asturias. Sin embargo, este genio de las letras hispanas del que muy pocos han oído hablar, aquí en Cantabria, donde sigue siendo un gran desconocido, es reconocido mundialmente por los grandes de las letras como Roa Bastos o Borges

 

Por los archivos de la desaparecida Iglesia de la Consolación de Torrelavega -que hasta 1937 se levantó en lo que hoy es el templo de la Virgen Grande-, se comprueba que Barrett nació en la entonces villa torrelaveguense el 7 de enero de 1876. Hombre de honor, retador y duelista, anarquista y excelente padre de familia, la biografía de este escritor torrelaveguense es apasionante, él que escribió para los oprimidos que no sabían leer.

 

Si la vida de Barret fue una constante tragedia que le hizo afirmar aquello del Estado roba con una mano y degüella con la otra”, el 8 de enero de 1973 moría asesinada en Recife (Brasil) Soledad Barrett Viedma. Tenía 28 años, había nacido en Paraguay y era nieta de Rafael Barrett. Su brutal asesinato a manos de la policía política brasileña en tiempos de dictaduras en el cono sur de América, causó una profunda impresión entre las personas que la conocieron. El gran Mario Benedetti escribió en su memoria el poema “Muerte de Soledad Barrett”: "acribillaron en Recife/tus veintisiete años de amor templado y pena clandestina", para añadir: Soledad no viviste en soledad/por eso tu vida no se borra/ simplemente se colma de señales"

 

Perdonadme que me haya desviado un pequeño trecho de lo que nos reúne hoy aquí, pero bien merecen un recuerdo quienes perdieron la vida por su lucha a favor de las causas justas de la dignidad humana y la libertad.

Ahora, que he dedicado unos momentos al recuerdo de algunos de los nuestros que nos dejaron, de lo que somos y de cuán lejos hemos llegado, tenemos que pensar que todavía más difíciles y adversos fueron los tiempos –hace ya algunos miles de años- de aquella pequeña banda de patriotas que en un mes como este, que es el más frío de los inviernos, permanecían acurrucados alrededor de fogatas casi apagadas en los alrededores de un río próximo medio congelado. Como aquellos antepasados, con la esperanza y la virtud, debemos vencer una vez más las heladas corrientes, y soportar las tormentas que vengan, incluso aquellas que nos arrebatan a personas queridas.

Que los hijos de nuestros hijos puedan decir que cuando fuimos sometidos a prueba nos negamos a que este viaje terminara, que no dimos la espalda ni titubeamos, y con los ojos puestos en el horizonte llevamos adelante ese gran regalo de libertad, progreso y justicia para entregar  con seguridad a generaciones futuras.

Gracias una vez más. Y si la gracia de la Providencia nos es favorable a todos, os convoco para el martes, 2 de diciembre, para presentaros el V Volumen de esta viva y fecunda historia torrelaveguense.

Nota. Intervención de José Ramón Saiz en la presentación del IV volumen de su obra “Torre La Vega, siglo XX. Crónica Ilustrada de una ciudad”, acto celebrado en el salón de actos del Instituto Marqués de Santillana el martes, 26 de enero de 2010.

 

 

 

 

 

 

Otros artículos: