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Torrelavega: una biografía de gran calado social

Por JOSÉ RAMÓN SAIZ

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De las personalidades torrelaveguenses más destacadas del siglo XX, sobresale con luz propia la figura de Teodosio Herrera de la Fuente, párroco durante muchos años de la iglesia de la Asunción y de la Virgen Grande, pero sobre todo impulsor del gran entramado social de la Fundación San José, que surgió a partir de los años setenta de los cimientos del viejo Asilo que había impulsado, en 1882, el párroco Ceferino Calderón y dos años más tarde abría sus puertas a los pobres de solemnidad. Cien años después,  Teodosio Herrera como  ideólogo y promotor en la captación de los fondos económicos necesarios, se proyectó como un auténtico visionario al adelantarse  a determinados valores del Estado de Bienestar que dejaría atrás la tradicional beneficencia.

La Villa y Ciudad de Torrelavega ha contado con biografías cristianas de colosal protagonismo. Desde José María Sánchez de Riancho (don Joseuco) que fue el último párroco nombrado por la Casa de Osuna, fallecido en 1905 poco después de cumplir los cien años, pasando por Ceferino Calderón que llegó en 1878 designado por el obispo Vicente Calvo y Valero,  los párrocos torrelaveguenses han sido pocos –por su larga duración- y presentan rasgos de gran proyección social. Don Ceferino no sólo puso en marcha el Asilo y construyó la Iglesia de la Asunción con honores de catedral”, sino que impulsó el Círculo Católico de Obreros y otras organizaciones sociales y religiosas de fuerte protagonismo cívico-religioso. En aquellos tiempos contó don Ceferino con dos colaboradores excepcionales como Justo Alonso Astúlez y Bonifacio Gutiérrez Somavía a quienes conocían  en la ciudad como  “el cura y dos medias sotanas”.

En su intachable trayectoria sacerdotal, tuvo un lunar cuando siendo director de la publicación El Adalid autorizó un comentario titulado “boda y bomba” que atribuía al liberalismo el atentado de la calle Mayor contra la comitiva de la boda regia de Alfonso XIII y Victoria Eugenia. En la ciudad se armó una buena con manifestaciones contra los redactores de El Adalid y sólo los buenos oficios del alcalde, el liberal Francisco Ceruti, Barón de Peramola, garantizaron una vuelta a la tranquilidad ciudadana. Frente a este exceso, reaccionó con humildad y perdón cuando fue abofeteado por dos impulsivos jóvenes torrelaveguenses –Gabino Teira y Florencio Ceruti, hijo- a raíz de sus críticas a algunas chicas que acudían a los bailes que para la ortodoxia católica se consideraban un pecado.  

La despedida de don Ceferino y la llegada en 1911 de su sucesor, Emilio Revuelta Ruiz, fue un acontecimiento de emotivas vivencias torrelaveguenses.  A este servidor de Dios que ejerció de párroco más de cuatro décadas, cuyos avales tras la guerra civil no servían porque para él todos los ciudadanos eran buenos, le sucedió Teodosio Herrera que en el proceso de crecimiento de la ciudad impulsó toda clase de iniciativa cívicas y sociales: un edificio para Acción Católica (1952), el Ideal Cinema para jóvenes; la iglesia de la Virgen Grande sobre la centenaria iglesia de la Consolación y de las piedras fundacionales de la antigua aldea (1958-1966); el barrio Emilio Revuelta para trabajadores inmigrantes (1960), o la construcción de las iglesias del barrio Covadonga y Campuzano. Objetivos con otros en los que contó con pequeñas herencias y donativos de fieles admiradores de su obra, así como con aportaciones de su propio patrimonio, como la iglesia de Mies de Vega.  

El Asilo o la Residencia San José fue otro de sus objetivos más ambiciosos y permanentes. Tras las etapas de Ángel Velarde González, Juan José Cacho Fernández-Regatillo y Jesús Collado Soto, a partir de 1983 Teodosio Herrera asumió la presidencia para convertirse en motor público y gran artífice de la Fundación  San  José, que en su residencia de mayores acoge a 377 personas y más de un millar reciben acogida y asistencia en sus diferentes instalaciones. Somos muchos los que tenemos frescas algunas imágenes de tan legendario párroco cuando recorría los andamios con la sotana 'recogida', vigilando los trabajos.

El primer gran paso se dio cuando el 16 de agosto de 1984 fue inaugurada la primera fase de su ambicioso y añorado objetivo de sustituir el viejo Asilo-Hospital, tan identificado con la vida torrelaveguense, con una moderna residencia para mayores que en su estructura y distribución interior se adelantaba a los tiempos que llegaban. De once plantas cuenta con  todos los servicios para válidos y asistidos, habitaciones más o menos iguales a las de los buenos hoteles y terrazas desde las que se contempla una panorámica magnífica de la ciudad y  los montes próximos del Dobra y  Vidrio. La experiencia y dedicación de las  hermanas josefinas representa otro hecho relevante, si tenemos en cuenta que desde sus orígenes vienen  trabajando en esta institución tan torrelaveguense.

Otro hito en la biografía de logros de Teodosio Herrera se concretó con la fundación en 1971  del Centro Fernando Arce para la asistencia y formación de minusválidos psíquicos, gracias al apoyo económico de Fernando Arce Alonso y de su esposa, Victoria Gómez, que recogieron una iniciativa  del pediatra Alejandro Palacín Poveda sobre la problemática de este colectivo. La iniciativa se hizo realidad el 2 de febrero de 1971, una jornada muy especial para un buen número de padres que, por primera vez, asistieron a un acontecimiento especial en sus vidas, en concreto cómo un centro especializado acogía a sus hijos. También la Congregación de las Hijas de San José se hicieron cargo del funcionamiento del centro que ha cumplido cuarenta años. Otra de las realidades en la década de los ochenta fue la Residencia Sacerdotal Santa Marta, una fundación benéfica que impulsó don Teodosio en favor de los sacerdotes enfermos y ancianos.

Después de más de treinta años en la Iglesia de la Asunción  donde tanto le ayudaron, entre otros,  el organista Félix Apellaniz, Amable Pelayo, José López Hoyos, Fernando Merodio y José Luis Casta, pasó como párroco y arcipreste a la Virgen Grande. En la Asunción ejerció Cristóbal Mirones que dio un aire progresista a su pastoral formando un equipo parroquial con personas de gran inclinación social, un tiempo en el que  Carlos Osoro, actual arzobispo de Valencia, fue inspirador de algunas novedosas iniciativas juveniles. La Casa de los Muchachos, gestionada por los amigonianos desde 1982, representa otro ejemplo de iniciativas sociales para la inserción de los jóvenes. Jesús Fernández, en la Virgen Grande, y Ángel Mantilla Estébanez, en La Asunción, recogieron el testigo de Teodosio Herrera y Cristóbal Mirones, tan diferentes en sus criterios evangélicos pero unidos en su fe, sin olvidar a otro párroco de relieve y muy querido en Nueva Ciudad como fue Pedro Gómez Hazas. 

Este año 2011 ha sido, además, el del reconocimiento oficial al dominico       Juan González Maestro, que destacó siempre por su compromiso con el barrio Covadonga y el intento de solucionar los problemas más acuciantes para los vecinos (falta de infraestructuras, paro, drogas, marginación, etcétera). Con sus convecinos protagonizó numerosas reivindicaciones a favor de un barrio que durante años fue parte de la imagen fea e injusta socialmente de Torrelavega. De ideas cristianas muy arraigadas que le obligaba a denunciar las injusticias y, sobre todo, actuar frente a ellas, Juan González Maestro poseía unas grandes cualidades intelectuales que no le impedían aparecer  como un esforzado trabajador manual.

En el conjunto de este paisaje humano de párrocos y  sacerdotes que pasaron por Torrelavega, destaca esta figura señera de Teodosio Herrera de la Fuente, un personaje con luz propia, personalidad e identidad ideológica con la doctrina, entonces imperante, del nacional-catolicismo. Trabajador y luchador infatigable, siempre fue por delante de los acontecimientos, imponiéndose a los tiempos con ideas sociales que están presentes en su fecunda obra, que ha superado con creces a su vida física. Ese es su gran legado del que dejamos constancia cuando se ha conmemorado el centenario de su nacimiento.

 

*Escritor. Doctor en Periodismo

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