
DESFACIENDO ENTUERTOS, DE VUELTA A CASA.
Por JOAQUÍN CUETO OTÍ
AÑO DE CERVANTES
CON LA VENIA DE MIGUEL
O EL QUIJOTE EN VERSO
POR JOAQUÍN CUETO OTÍ
DESFACIENDO ENTUERTOS, DE VUELTA A CASA.
D.Q. ._ Mirando hacia lontananza,
veo un labriego ofuscado
y quizás sea su criado,
quien sufre la destemplanza.
Debo de hacerle justicia,
a esa inocente criatura
que al borde de la locura,
quizás tan solo ficticia,
un antro de la malicia
dejarle inerte procura.
¿Qué estás haciendo villano?
Labriego._ ¡Estoy vengando una ofensa!
D.Q. ._ ¡Pero en criatura indefensa!
¿Por qué le asentáis la mano
y le dais trato inhumano,
con brutal indiferencia?
¿Por qué estáis tan ofendido
y sin piedad castigáis?
Labriego._ ¡Pues haré que lo sepáis
y juzguéis el sucedido!
¡Este niño es un bandido!
aunque vos no lo creáis.
En la alacena guardado
tenía yo un pan de trigo,
y sin guarda ni testigo
este truhán me lo ha robado.
D.Q. ._ ¿Y por eso lo heis zurrado
gran diablo? ¡que lo apostillo!
¡Dime, inocente chiquillo!
¿Cuánto tiempo ha sin yantar,
si lo podéis recordar?
Crío._ ¡Me ponéis Vos en un brete!
Desde que dejé el chupete,
no he vuelto a desayunar.
D.Q. ._ ¿Y por robarle un corrusco
para la hambruna ahuyentar,
os atrevéis a zurrar
a este pobre mocosuco?
¡Pues vaya que sois farruco
cuando a un crío osáis pegar!
¿Cuántos latigazos distéis
a este bendito rapaz,
sin tener por él piedad
aunque pedírsela le oísteis?
Labriego._ ¡Pues la verdad, me cogisteis
sin saber la cantidad!
D.Q. ._ ¡Pues al pronto, haced memoria
y contestad mi pregunta!
Labriego._ ¡Coged un lápiz con punta
para escribir tal historia!
D.Q. ._ ¡Exijo número exacto
de mezquinos latigazos,
que le diste con tus brazos!
Labriego._ Se lo diré, mas con tacto
por si después me retracto;
¡Le di treinta vergajazos!
D.Q. ._ ¿Y sabéis multiplicar
doscientos, por esos treinta vergajazos?
Labriego._ Para mí sería una afrenta
no saberlo calcular.
Seis mil palos, sin dudar,
resultado de mi cuenta.
D.Q. ._ ¡ Otros seis mil te daré
para hacerte escarmentar!
En este mismo lugar,
(de mi palabra doy fe)
no hace mucho que maté
a un ladronzuelo vulgar.
¡Desnudaros sin pudor!
y arrodillados, rezad,
pidiendo al cielo piedad;
porque sobro de valor,
para matar a un traidor
¡que humilló a un pobre rapaz!
Asesinar a un villano,
que con su pérfida mano
a un chiquillo hizo pegar,
no se llama asesinar.
¡Se llama justicia, hermano!
Labriego._¡ Don Quijote! ya me tenéis desnudo
y dispuesto a pagar, mi ruin desmán;
digo que me porté como un rufián,
pues apliqué la ley del embudo
con niño que defenderse no pudo.
D.Q. ._ ¡De rodillas, miserable patán!
ponte de hinojos ante Don Quijote,
porque quiero darte tan grande azote;
que irás a hacerle compaña a Satán.
Labriego._ ¡Confieso al Santo Cielo mis pecados,
porque absuelto quisiera fenecer!
Este esperpento puede enloquecer,
y al infierno, con los condenados
irían mis huesos apaleados;
para hacerle compañía a Lucifer.
Narrador._ Cambiaron las tornas y el aludido,
con un palo a Don Quijote pegó
hasta que de darle palos se cansó.
Sobre un barrizal lo dejó tendido
junto al rapacín por él defendido,
y cual si un fantasma, se escabulló.
¡Qué gritos el buen caballero daba,
mientras el fogoso labrador huía!
D.Q. ._ Me han matado, ¡ay de mí! ¡ay madre mía!
el galgo corredor, furioso aullaba
y el hambriento Rocinante pacía…
Cuando pudo, maltrecho y malherido
Don Quijote se levantó enfadado:
D.Q. ._ ¿Dónde fue ese labriego condenado,
que cual mísero ladronzuelo ha huido?
¡Vuelve gran villano! ¡vuelve bandido!
si eres un hombre y no un buey descornado.
Narrador.- Ensimismado pensando,
nuestro gentil caballero
observó que aquel sendero
por donde iba galopando,
ya se estaba terminando
concluyendo en un crucero.
D.Q. ._ ¿Cuál de los cuatro ramales
me conduce a una aventura,
que concluyendo en locura
no multiplique mis males?
Narrador._ A Rocinante, la brida
dejó en plena libertad,
pues tiene idónea edad
y experiencia de la vida,
para llevar a su dueño
a algún paraje de ensueño,
cual la ¡Tierra Prometida!
Razón tenía el andante,
pues halló pronta aventura
en aquella noche obscura,
cuatro pasos adelante.
Atisbó unos mercaderes
que baratijas vendían,
y que cargados venían
con unos pocos enseres.
D.Q. ._ ¡Trapichantes! ¡Alto ahí!
Sois a mi ver, ambulantes
mas me parecéis farsantes
al borde del frenesí.
¡Dejad libre mi sendero!
Si no queréis que os azote.
Es orden de Don Quijote,
el insigne caballero.
Desfacer agravios quiero
y si no me obedecéis,
¡a mi espada tragaréis,
tras de rajaros primero!
Teñir de sangre mi mano
me resulta placentero,
pues matar a un majadero
es cual matar a un gusano.
Narrador._ Los mercaderes piensan:
(O está loco de remate
salido de un manicomio,
o es un pobre babilonio
que ha remojado el gaznate,
con vino de Valdepeñas
y nos hace ver por señas,
que un pimiento es un tomate)
Mercader._ Tenéis razón, payasete
y justiciero mandáis,
mas Vos os equivocáis;
¡nos aburre su carrete!
por tal le decimos ¡vete!
y ya largándoos estáis.
D.Q. ._ ¿Qué os aburro me decís
y me mandáis a escardar?
Vuestras palabras, purgar
haré, si no os desdecís
y de rodillas pedís
perdón sin mucho tardar.
¡Dulcinea de mi vida!
Sois la más bonita flor,
y la doncella mejor
que en nuestro Toboso anida.
Bella sois si estáis dormida,
despierta, sois un primor
y toda vos, sois dulzor
que a lameros me convida.
Paso la noche velando
mientras tú sueñas dormida.
Don Quijote no te olvida,
y contigo está soñando
y por tu ausencia penando
mi Dulcinea querida.
¡Hacia ti, voy cabalgando!
¡Al galope, Rocinante!
que cerceno a esta manada.
Huid en franca espantada
o este caballero andante,
en aqueste mismo instante
os rebana la papada.
Narrador._ En este instante se cayó del caballo:
D.Q. ._ Pido auxilio ¡por favor!
pues que me siento a morir
y mañana he de reñir
con un falaz impostor.
Jamelgo cuya torpeza
te hace rodar por el suelo,
(aunque de vos no recelo)
por si alguna vez tropieza,
¡ponga en su trotar, más celo!
mercader._ ¡Poeta me está saliendo
el desfacedor de entuertos!
Y los versos son perfectos
o al menos así lo entiendo.
Continúe caballero,
versolari de postín
y montador de un rocín
flaco, ruin y cicatero.
D.Q. ._ ¡Levantadme! que me muero
sin grave injuria vengar,
que aunque fue ofensa vulgar;
jamás puede un caballero
negarse a colaborar.
Narrador._ Un mercader, enfadado,
por de cobarde tildarle,
se propuso amortajarle
después de haberle matado.
Mercader._ Pues yo le ofrezco pelea,
y por cobarde os tendré
si no me la acepta usted.
D.Q. ._ ¡En nombre de Dulcinea,
el reto ya está aceptado!
Narrador._ El mercader, enfadado
apaleó a Don Quijote
con tremebundo garrote,
y allí le dejó tirado
cual si fuese un monigote.
Sangraba, cual sangra un gallo
en manos del matarife,
mas él, a todos les dice
que se cayó del caballo:
D.Q. ._ Se me asustó el Rocinante
cuando menos lo esperaba,
¡ay de mí! me deslomaba;
que precisé de un sedante.
¡Soy cual pobre desvalido
tras una tapia escondido!
Soy un mísero viandante
contando sus desventuras,
a las miles de criaturas
con que topo por delante;
mas vergüenza me daría
que Dulcinea supiera,
que un mercader cualesquiera
¡peleando me vencía!
Narrador._ En esto, aparece un vecino, que él confunde con el Marqués de Mantua:
D.Q. ._ Mas Marqués, ¿Qué estoy diciendo?
En noble lid combatiendo
nadie vence a un servidor,
porque soy cual predador
enfrentado a ruin conejo;
de un tajo lo despellejo
y una vez esté bien muerto,
¡desfacido está otro entuerto!
Don Quijote es un valiente,
cobarde, ¡nunca jamás!
algo chalado, quizás
que quien me venga de frente,
no me hace dar un paso atrás.
vecino._ ¿Cómo acabó la aventura
mi respetado Señor?
D.Q. ._¡En el lecho del dolor
he dejado a esa diablura
y pronto en la sepultura
pasará a vida mejor!
Tal paliza le endosé
al labriego fanfarrón
que de él me dio compasión.
Del suelo lo levanté
y su acción vil perdoné,
porque me pidió perdón.
vecino._ ¡Bien empezáis caballero,
haciendo honor a las armas!
A un sinvergüenza desarmas
como si fuera un cordero,
y tras de golpe certero
a sepultura lo mandas.
Así se habla, general
de ejército imaginario,
valiente cual legionario,
cual tigre del Senegal;
y cual león sanguinario
siempre siendo criminal.
Sois desfacedor de entuertos
con la razón por delante.
Nunca os mostráis petulante
contando vuestros aciertos,
¡Que ya se cuentan por cientos!
Señor ¡Caballero Andante!
No obstante, os veo triste y cansino;
¿Es por ventura, quien os entristece,
cierta dama que sin su amor fenece?
D.Q. ._¡Señor Marqués! Es angustia mi destino
y mi cabalgar, falaz destino;
el amor, en bandeja se me ofrece
pero al mismo tiempo, mi angustia crece
¡como la cogorza, bebiendo vino!
No puedo vivir sin mi Dulcinea
que estará llorando en la lejanía.
Mi querida Dulcinea es tan bella
como flor en primaveral mañana
y cuando se asoma a la ventana
no la iguala, ni una nítida estrella.
vecino._ Justificada está la agonía
que vos ilustre Quijano sufrís
mas yo os aseguro que algún día,
si tras desfacer entuertos vivís
tal tristeza, se volverá alegría.
D.Q. ._ Estoy maltrecho y molido
tras de a un zascandil matar.
Preparadme un buen yantar,
porque estoy desfallecido
y preciso de un cocido,
para la hambruna quitar.
Vecino._ La cena tenéis servida
y hoy cenaréis coliflor,
porque los males de amor
que nos depara esta vida,
con coliflor bien cocida
se curan, ¡Grande Señor!
Narrador._ Orgullosa puede estar tal doncella,
cuando es noble caballero, quien la ama
porque Don Quijote aventaja en fama,
al mismísimo capitán Centella.
Continuará…
“ CON LA VENIA DE MIGUEL”
En el año 1991, el escritor, miembro de la Sociedad Cántabra de Escritores, JOAQUÍN CUETO OTÍ (q.e.p.d.) se metió de lleno en la piel de los personajes principales de El Quijote. Les dio nueva vida y voz, tal como él los imaginó. En 327 páginas narra en verso, sus aventuras y desventuras de forma amena y divertida.
Comienza su andadura, pidiéndole permiso a D. Miguel por haberse adueñado de los mismos, a lo que éste asiente. Veamos esta interesante colaboración que como testimonio póstumo nos dejó el recordado Joaquín Cueto:
A DON MIGUEL DE CERVANTES
Miedo me da comenzar este soneto
a Don Miguel Cervantes dirigido
pues desde siempre, timorato he sido
y de osados es afrontar tal reto.
Mi nombre es Joaquín, mi apellido Cueto
y no silenciaré el Otí querido,
por ser de mi abuelo, ilustre apellido,
siendo un servidor su más viejo nieto.
¡Don Migue! su permiso solicito
para al Don Quijote versificar,
y ¡ perdón! por tamaño atrevimiento.
¡Disfruta de mi licencia, Quinito!
desde este instante, puedes empezar
e insisto, ¡tienes mi consentimiento!
PRESENTACIÓN DE DON QUIJOTE
En idílico lugar de La Mancha
de cuyo nombre prefiero no hablar,
vivía un demente loco de atar,
con treinta escasos kilos en balanza.
Era propietario de ruin caballo
tan flaco que un silbido parecía,
pues el pobrecito sólo pacía
de mísera zarza, su angosto tallo.
Afirmaba su ínclita vecindad
que estaba trastornado del alero,
y que precisaba de un loquero,
experto en la citada enfermedad.
A humildísimo labrador manchego
tomó como escudero y ordenanza
y éste, conocido por Sancho Panza,
dueño era, de un jumento burriciego.
Don Quijote se llama el caballero
y cual su jamelgo, tan flaco estaba
que su faz a los niños asustaba,
cuando los miraba siniestro y fiero.
A entrambos, rabiosas moscas picaban
y en la escuálida cabeza mordían.
¡Ruines moscas! (dueño y jaco decían,
mientras a zarpazos las espantaban).
¡Sois míseras, tercas e impertinentes!
Más juro ante aquesta cruz, por mi honor,
que soy hombre bien sobrado de valor
para mataros con ¡mis propios dientes!
¡Adelante, fornido Sancho Panza,
que nuestros son los Cielos y la Tierra!
¡Vayamos a donde haya gresca o guerra,
que ardo en deseos de probar mi lanza!
Que el pobre Don Quijote es un demente
sin ninguna duda está demostrado,
pues se halla de doncella enamorado
y tal mujer sólo existe en su mente.
Dulcinea se llama la beldad
y aposenta en el sin igual Toboso,
según proclama su futuro esposo
en el delirio de su enfermedad.
¡Oh Dulcinea, mi profundo amor!
A todas horas diciendo “te quiero”
estoy sin reposar y de ti espero
igual respuesta, mi ¡límpida flor!
¡A conquistar voy para ti, el Edén
y aunque sea demencial aventura,
por vos mi bellísima criatura
conquisto la estratósfera también!
¡Que el amor por ti me haya enloquecido,
mas que desgracia es ingente alegría
pues volveré a ser cuerdo, el feliz día
que tú y yo seamos mujer y marido!
DESFACIENDO ENTUERTOS: ÉSTE EL DE “ UN GORDO TUMULTO”
S.P. .-- ¡Señor! Allá en lontananza
vislumbro un gordo tumulto.
D.Q. .—Será quizás algún bulto
muy semejante a tu panza.
S.P. .—Hacia nosotros avanza
un grupo de desalmados
y todos vienen armados
con un fusil y una lanza.
D.Q. .—Si mi vista no me falla
a una viuda están vejando.
S.P. .—Dirá que la están pegando
con una especie de tralla,
pues trallazos le están dando.
D.Q. .--¿Están pegando a una viuda
ante un caballero andante?
¡Cabalguemos Rocinante!
por si necesita ayuda
esa pobre mendicante.
¡Mi espada, sujeto al cinto
y sin sangre no la guardo,
con que nada más retardo
salir de aqueste recinto.
S.P. .--¡señor! Mandadme algo a mí
que la sangre no me asusta
y con una simple fusta
no dejo uno vivo allí.
D.Q. .--Tendrás tiempo suficiente
para mostrar tu valor
mas me place a mí el honor
de cercenar a esa gente,
demostrar que soy valiente
y no un cobarde impostor.
Prender el fuego te ordeno
Sancho, y después cocinar
mas no quemes el yantar
porque quemado, no es bueno.
Mientras tanto, con mi espada
a la viuda vengaré
y de muertos dejaré
toda la mies sementada.
S.P. .--¡Muchos muertos son, sin duda,
los que caben en la mies!
Con sólo que mate tres
por violentar a una viuda,
ya ha desfacido el “revés”.
Haré lo que usted me ordene
pues con holgura me paga,
por un hermano me tiene
y por verdad, que me halaga,
decir que vos me mantiene
aunque sólo dormir haga.
Monte a pelo a Rocinante
y a la viudita socorra
aunque sea grande zorra,
la de la gresca causante.
D.Q. .—Soy fiel caballero andante,
y juro que estoy obligado
a vengar todo pecado,
si es viuda la denunciante.
S.P. .—Advertirle es mi deber,
que no burle a Dulcinea
por muy guapa que usted vea,
a esa indefensa mujer.
D.Q. .—Yo soy, Sancho, un caballero
de mujeres protector;
pero en tocante al amor,
sólo a Dulcinea quiero
y antes juro que me muero,
que convertirme en traidor.
Narrador.--A las bridas bien sujeto
y con su caballo al trote,
ha marchado Don Quijote
en pos, de otro nuevo reto.
D.Q. .—¡Pedidle prestos perdón
a esta intachable señora!
y o se lo pedís ahora,
u os cerceno el corazón
sin la más nimia demora.
Chusma.--¡Vos señor, estáis demente
o no sois un caballero!
D.Q. .--¡Veros de rodillas quiero
y juro por Dios clemente,
que de espadazo certero
os atravieso el garguero,
si no cumplís mi presente!
Viuda.--¿Quién le mandó, mequetrefe
meterse en esta trifulca?
¡O en el acto se disculpa
o entre mis brazos fenece,
por presumir de matón!
¡Prended fuego a ese bribón
y acabad con su locura!
Pues sólo en la sepultura,
tendrá fácil curación
su infinita chaladura.
Narrador.—Arde su ropa, cual yesca
azotada por el viento;
se oye un tétrico lamento
y se apacigua la gresca.
El Rocinante relincha,
aúlla el galgo corredor
y a Don Quijote, el dolor
en las entrañas le chincha.
Chusma: .--¡Dadle! (dice la manada)
hasta molerle el mollero
que a tan loco caballero
le cura una bofetada
antes que buen curandero.
¡ Dadle más a ese impostor,
para ver si así escarmienta!
y tras los palos se enmienda
o revienta de dolor.
Narrador: --¿Cuántos puntapiés le dieron
al osado caballero
en el ilustre trasero?
Le dieron ¡los que quisieron!
S.P. .--¿Cómo le fue buen Señor,
en el festejo aludido?
D.Q. .--¡A la chusma he malherido
y he hecho crecer a mi honor!
D.Q. .—El festejo terminó
muy bien, como supondrás,
o mucho mejor quizás
pues toda la chusma huyó,
y ni uno solo quedó
que allí era yo, el “mandamás”.
Los pocos que me retaron
cercenados por mi espada
quedaron en la explanada.
Pues allí se desangraron
y si no se confesaron,
infierno es hoy su morada.
S.P. .—Cobardes eran sin duda,
los de la chusma antedicha
pero para su desdicha,
la mujer, no era una viuda
que precisara de su ayuda.
D.Q. .—Eran cobardes gazapos
y yo una fiera montuna
que sin ayuda ninguna,
con sólo un par de “sopapos”
les puse rostro a la luna.
Volveré sin más tardar,
cuando ya haya anochecido
y si alguien no ha fenecido,
¡ juro que le he de matar!
S.P. .—Pecado es asesinar
si no es en propia defensa,
o por gravísima ofensa,
difícil de perdonar.
(Continuará)