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ÁNGEL SÁNCHEZ DE LA TORRE, PRESTIGIO DE LIÉBANA EN LAS CIENCIAS JURÍDICAS

Por JOSÉ RAMÓN SAIZ

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Convertido en nonagenario –setenta años cumplió en 2018 como cofrade de la Santa Cruz- Ángel Sánchez de la Torre -fallecido en diciembre de 2020- fue en todo momento una muestra más de los muchos lebaniegos repartidos por todo el mundo –antes y ahora- que han conquistado milagros personales a pesar de la adversidad tradicional de la vida lebaniega. Hombres de empresa, indianos, jefes militares, hombres de empresa, médicos ilustres, juristas, la nómina es impresionante. Nombres y biografías homenajeadas fuera y pocas veces reconocidas en su tierra natal.

Dedicada gran parte de su vida intelectual al derecho y a las ciencias jurídicas desde que en 1957 obtuvo el Doctorado en Derecho, su curriculum es impresionante: catedrático de Filosofía del Derecho por la Complutense (donde fue director del departamento y del Instituto de Metodología e Historia de la Ciencia Jurídica), académico de número en las Reales Academias de Jurisprudencia y Legislación y Doctores de España, canciller y vicepresidente primero que fue del Instituto de España y  Doctor Honoris Causa por la Universidad Montesquieu de Burdeos (Francia), heredera de la antigua Facultad de Derecho y Ciencias Económicas cuyos orígenes se remontan al siglo XV, además de una treintena de meditaciones jurídicas de obligada consulta.

En la última de sus obras que lleva el sugerente título “Virtualidad de la Amistad en el Derecho” editada por el Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, hace un recorrido por el pensamiento de Cicerón, capaz de entender y valorar  –como también descifrar todo lo que se esconde- en la palabra amistad. Este párrafo del trabajo me parece oportunísimo como reflexión sobre la escalada de corrupción en la que vivimos, cuando se entremezclan los amigos con los negocios públicos. Esto señala sabiamente el académico Sánchez de la Torre:

“Toda amistad debe ser constructiva y razonable, y no excusa para incumplir otra clase de deberes. Pedir o dar algo a un amigo nada tiene de corrupto si se trata de cosas más o menos valiosas, pero razonables en momentos de una convivencia normal. Puede darse ayuda mutua en asuntos donde no haya deslealtad hacia nadie, ni ruptura de compromisos anteriores, ni daño a los intereses públicos. Un amigo auténtico nunca pediría a otro nada que fuera ilícito o corrupto. El límite primordial de la amistad es no pedir, ni consentir que se nos pida…” A lo que ha escrito, hago mía esta reflexión. Si este consejo se siguiera en la actual política, nos hubiésemos ahorrado muchos y lamentables casos de corrupción que tanto han dañado a los intereses públicos desde un ejerció perverso del amiguismo (no de la amistad verdadera).

Este otro párrafo es concluyente: “”Una amistad puede pervertirse en egoísmo en dos modos: desmesura y servilismo. Pedir a un amigo apoyo para causas nobles es positivo, pues incluye dedicación, convicción de la bondad de los fines y medida en el apoyo que se solicita. Pero a su sombra podría fraguarse una conspiración que se encaminaría a resultados nefastos…” rechazando finalmente la amistad que se fundamente “en la búsqueda de apoyos y fuerzas para ventajas particulares”. Este trabajo de Sánchez de la Torre sobre la amistad podría entenderse como un claro alegato –sin proponérselo el autor- contra la corrupción imperante, cuando los amigos surgen del oportunismo y abren el camino a que se instale la corrupción civil y política.  En sus reflexiones sobre cuando se transforma una amistad “en maquinación corruptora”, me quedo con lo que sigue: la adulación es la falsificación de la amistad y deja de ser buen amigo quien se convierte en “secuaz”. En otra parte de su trabajo, refiriéndose a la decadencia de Roma, afirma que “no hubiera sucedido si los responsables hubieran preferido ser amigos de la verdad constitucional que de la corrupción demagógica”. 

Fallecida hace varios años su esposa, Margarita Navarro Martorell, Licenciada en Filosofía y Letras y perteneciente por oposición al Cuerpo Facultativo de Archivos, Bibliotecas y Museos, Ángel Sánchez de la Torre se refugia con frecuencia en su casa de Casillas, como prueba de su identidad lebaniega "hasta los tuétanos", pues lebaniegos fueron  sus cuatro abuelos, naturales de Torices, Mogrovejo, Ojedo y Casillas. Un espíritu que recibió de sus padres, Epifanio Sánchez Mateo y Luisa de la Torre, que ha inculcado a sus hijos Ángel José, Profesor Titular de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense de Madrid y Luis, sacerdote, Doctor en Filosofía y Letras y en Teología y Catedrático de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología de la Universidad de la Iglesia.

La importancia de Liébana en su vida, la confesó en estos términos cuando recibió el título de Vecero en 2006: "no sería lo que soy si no fuera lebaniego", añadiendo que  "lo que soy no lo define ni mi profesión ni mis conocimientos, sino lo que yo siento al estar con mis parientes, entre mis vecinos y frente a los horizontes quebrados de los Picos de Europa". En efecto, los que conocemos su trayectoria y reconocimientos, bien sabemos que por donde ha pasado y ha dejado huella de su sabiduría jurídica, siempre enarboló por bandera la tierra de sus mayores.

Queda dicho en su honor y recuerdo.

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