
Manuel Á. Castañeda: balance abreviado de 30 años de dirección en El Diario Montañés
Por JOSÉ RAMÓN SAIZ
Acaba de cerrarse –aunque es posible que por cierto tiempo continúe alguna muestra de influencia suya- la etapa de treinta años de dirección (incluyéndose tres en funciones) de Manuel Ángel Castañeda Pérez como director de El Diario Montañés, todo un record de duración al frente de un periódico del Grupo Vocento al que pertenece. Algo falla, a mi juicio, en el campo cultural e intelectual de Cantabria para que un cambio de tanta significación no abra algunas reflexiones más o menos profundas. Como estudioso de la historia del periodismo en nuestra región (en donde sobresalieron otros investigadores, a la vez que periodistas, entre ellos José Simón Cargaba), me parece obligado ocuparme de este relevo.
Al frente de un periódico regional, Castañeda ha sido el tercer director de más largo mandato en doscientos años de prensa cántabra, después de Francisco de Cáceres y Torres en Alerta (1939-1979) y de Manuel González Hoyos al frente de El Diario (1932-67), superando, incluso, al gran maestro José Estrañi que dirigió El Cantábrico desde su fundación (1895) hasta su muerte en 1919, o a José del Río Sainz, Pick, que dirigió
La figura de Castañeda tiene muchas vertientes y varios posibles análisis, pero el primero, y nada cuesta señalarlo, es de éxito en la profesión. Este dato es el más relevante: cuando en 1979 asumió la dirección del periódico, su tirada estaba en cinco mil ejemplares y al dejarla supera una media de treinta mil, siendo líder indiscutible de la prensa cántabra. Este hecho, por sí mismo, ya es suficiente para felicitar a este compañero de Asociación de
A lo largo del siglo XX, El Diario ha vivido en su larga historia de más de cien años circunstancias diferentes e incluso antagónicas. Desde la persecución que sufrió en la etapa republicana cuando fue suspendido por orden gubernativa y de forma arbitraria a raíz de la intentona golpista de Sanjurjo (1932) –es decir, perseguido desde el poder- hasta convivir con el poder durante años en la democracia actual, manteniendo posibles distancias, pero no siempre equilibradas, respecto de sus estructuras. En el fondo, estas situaciones ofrecen el ejemplo más nítido del cambio de los periódicos al pasar del combate ideológico a primar la cuenta de resultados; es decir, no tanto la batalla ideológica decimonónica como la atención predominante al éxito económico, junto a los planteamientos profesionales respecto de quienes se hallan en los puestos de representación política.
El acceso a la dirección de Castañeda, tras previo recorrido desde la izquierda (oposición al régimen anterior) a la derecha, como es bien sabido, coincidió con la entrada de capital privado y la desvinculación del DM de su antiguo propietario, el Obispado, entonces con Juan Antonio del Val como titular. Durante ese proceso tuvo bastante que ver Julián Pelayo Herrero (que representó a la plantilla), quien intuyó que la “salida” pasaba por arropar a uno de los redactores -M.A. Castañeda- para realizar el tránsito de esa etapa episcopal a la privada. Castañeda sintonizó -aun viniendo de una indefinida izquierda más allá de la socialdemocracia- con alguno de los principales dirigentes de Unión de Centro Democrático (sobre todo, Justo de las Cuevas), y con la conveniencia de entenderse con los representantes más influyentes del partido centrista gobernante, en el que tuve el honor de participar desde mi respaldo a las políticas democráticas de Adolfo Suárez.
Militaban los nuevos accionistas, todos ellos con cargos públicos en aquella etapa, como Mariano Linares Argüelles, diputado provincial, pero también diputados nacionales como el mencionado Justo de las Cuevas González y Alberto Cuartas Galván, así como los senadores Leandro Valle González-Torre y Roberto Sáez González, después de que se desvinculara accionarialmente del proyecto José Antonio Rodríguez, entonces presidente de
En su primera etapa al frente de El Diario, existieron algunos momentos de gloria de Castañeda, como también de chirriar a fondo de la exigible ponderación y equilibrio a la que nos debemos los profesionales. Pero supo liderar esperanzando a un equipo de buenos profesionales y situar al periódico en primera posición. Sorprendió también con titulares -como en el estreno de la autonomía y coincidiendo con la ruptura en
La preparación profesional y la intuición de Manuel Ángel Castañeda en la dirección del medio, así como el fortalecimiento económico de la empresa que, finalmente pasó a formar parte del grupo de empresas periodísticas de El Correo Español-El Pueblo Vasco, llevó a El Diario al liderazgo en ventas, convirtiéndose en el de mayor tirada de Cantabria. No entro ahora a valorar las “facilidades” de los avatares de la competencia y otras ventajas indiscutibles en el entorno comparativamente hablando. Castañeda, en sus treinta años en la dirección del periódico, ha si capaz de crear un equipo joven con numerosos efectivos en su redacción. También con relevos y “bajas” entre colaboradores importantes y muy afectos al medio durante años, entre quienes podría citar algún caso especialmente llamativo.
Se trata de un tiempo político e informativo en el que Castañeda Pérez como director acertó en posicionamientos claves del periódico -que entonces seguía en las vetustas instalaciones de Moctezuma, 4-; en concreto, ante dos acontecimientos que facilitaron el vuelco en el liderazgo de la prensa regional: el acceso al poder del Partido Socialista a raíz de las elecciones de octubre de 1982, momento en el que El Diario Montañés encontró un mayor hueco para la crítica política, y el proceso de privatización de Alerta que en 1984 pasó al control de personas vinculadas al socialismo en el poder. Situando el periódico en la zona templada del centro-derecha y con articulistas nacionales vinculados a la derecha conservadora, se fue haciendo de una clientela de derechas que estaba vinculada a Alerta como periódico oficial del Movimiento. Por supuesto, en ese proceso Castañeda fue parte importante con un “despliegue” de relaciones públicas que principalmente realizó en la vida social de la capital cántabra.
No se puede ignorar que su talento -y acomodo a los “mejores vientos”, digámoslo todo con franqueza- ayudaron a que este periódico alcanzara una consolidación ascendente, apoyado indirectamente, y en ocasiones trascendentes, por errores importantes y manejos existentes en su competencia más directa, el otrora triunfante periódico del Movimiento. Así, en 1986 -cuatro años después de ser confirmado como director titular Castañeda Pérez- los datos de
No tengo impedimento alguno en reconocer los méritos profesionales del ya ex-director del decano de la prensa de Cantabria -desde que asumió este honor al desaparecer El Impulsor en 1937- con la relación de éxitos que he señalado, acompañados sin duda de lagunas en hacer más universal el derecho a la información de los cántabros, probablemente por aquello del guión o de la estrategia del capital dominante. Cuando se realice la obra que analice la prensa en Cantabria desde una visión algo más lejana en el tiempo, quizás se puedan relatar y debatir con más detalle esas sombras que nos deja en tan fructífero mandato para los balances del abuelito de la prensa cántabra.
En nuestros encuentros y desencuentros, hemos sabido mantener unos mínimos que se han ampliado a periodistas de gran relieve como el caso de Juan González Bedoya -en otros tiempos la bestia negra para El Diario- y con el indiscutible frecuente enlace de Jesús Pindado, afecto hasta cierto día al DM y, sobre todo, a su director por años como pueden demostrar, incluso, primeras páginas del medio en aquella etapa de finales de los sesenta –tras el paso modernizador pero breve de Gurriarán- en la que también andaba, entre Castañeda y Pindado, el recordado Juan Antonio Sandoval. (Al citar a Jesús Pindado debo apuntar que su innegable esfuerzo personal e intelectual no se corresponde con la inelegante supresión de su nombre al hablar de
Hasta mi desencuentro en los años noventa con el DM, dejé en sus páginas cientos de colaboraciones. Nadie desconoce mi afecto y gratitud por aquel gran lebaniego y maestro que fue don Florencio de
He escrito en este tiempo veinte libros (alguno como El Ducado de Cantabria lleva cuatro ediciones, obra por cierto nunca citada en el periódico ahora de
Simón Cabarga nos dejó hace años su obra Historia de
. José Ramón Saiz Fernández es escritor. Doctor en Periodismo por
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