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Homenaje al periodista falangista amigo de Picasso, Dalí y el Ché *Por César Román Viruete

Por CESAR ROMAN

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Ha muerto uno de los grandes del periodismo español. Un periodista de raza, genuino, independiente, transversal, que supo vivir la vida en su plenitud, con mucha vitalidad y que ha dejado su impronta en las letras españolas. Se llamaba Antonio D. Olano, correspondiendo la D. al apellido Domínguez y era gallego, de Villalba, en Lugo. Era un hombre con muchos amigos, algo que sólo logran conseguir en la vida las buenas personas, y Antonio lo era. Lo conocí cuando tenía sólo 13 años, y me lo presentó junto a la sede de la cadena Ser en la Gran Vía un falangista apodado “Rayito”, recién ingresado yo en las filas azules atraído por la poesía que promete de José Antonio y sobre el que mantendría durante años grandes conversaciones con Antonio. Llegamos a montar una especie de tertulia en la cafetería Zahara sobre periodismo, toros, poesía, fútbol y política. Antonio fue quien me dijo aquella entonces sorprendente y luego comprensiva frase para mí de que la Falange era como los Almacenes Sepu, donde se entraba por José Antonio (la actual Gran Vía) y se salía por Desengaño, justo cuando unos pocos años después abandoné esa militancia. Desde que le conocí mantuve una relación de amistad con él, que se fue agrandando a medida que me fui introduciendo en el mundo del periodismo, al descubrir aquel pozo de sabiduría, de saber estar y de conocimientos que era Antonio.

Antonio era un gallego vital, que supo armonizar sus gustos, sus pasiones y sus amistades con su profesión y devoción por escribir. Luis Miguel Dominguín le presentó a Picasso, con quien trabó una sincera y larga amistad, al igual que la que mantuvo años atrás el genial pintor malagueño con José Antonio Primo de Rivera. Y es que mantener distintas ideologías no sólo no es óbice para mantener amistades, sino que normalmente las fomenta, y sólo los idiotas y los mediocres las usan para señalar con el dedo al contrario.  

Fue Antonio quien desveló, para enfado de muchos, que el Guernica no era un cuadro sobre el bombardeo nazi sino una obra basada en una corrida de toros inspirada en la muerte de Sánchez Mejías y que el pintor malagueño adaptó para la Exposición Universal, con cabreo incluído de la República a quien no le gustó nada el cuadro y lo arrinconó. Cuando lo dijo, sólo el pintor comunista Pepe Díaz le apoyó, mientras que algunos de los que después se han aprovechado de la figura del artista le atacaron. Siempre recordaré la cara de asombro y cabreo que puso un concejal del Ayuntamiento de Málaga, que se las daba se saber mucho de Picasso, cuando Antonio nos lo contó en mi casa de El Limonar en Málaga, junto a varios amigos. Ese mismo día fuimos a visitar el museo Picasso de Málaga y al que, pese a ser uno de los amigos personales y uno de sus biógrafos, nunca le invitaron. El museo le pareció un bodrio y una cosa mal hecha que no está a la altura del genial malagueño. Yo opino lo mismo. También nos desveló que Franco le pidió personalmente durante una travesía en el yate Azor que hablase con Picasso para que volviera a España, y que ordenó que donde fuera no se le pidiera documentación y se le rindieran honores, tras mediar en ello tanto Dominguín como la propia Carmen Polo, con quien Olano también mantuvo una fuerte amistad.

Fue el único periodista español que cubrió toda la revolución cubana, acompañando a Fidel Castro desde Sierra Maestra hasta su entrada en La Habana. De esa experiencia, trabó también amistad tanto con Fidel Castro como con el Ché Guevara.

Al Ché no sólo le acompañó durante la revolución sino que entabló una amistad, sólo truncada con su muerte. Fue Antonio D. Olano quien hizo las gestiones para la parada que hizo el Ché en Madrid en 1959 y quien le acompañó durante toda la visita a Madrid. El Ché le preguntó y estuvo interesado en visitar y comprar algunas cosas en esos grandes almacenes que entonces hacían furor en Madrid y que eran Galerías Preciados. No era una petición cualquiera pues era domingo, estaba cerrado, y Galerías Preciados la había fundado Pepín Fernández, quien precisamente se trajo la idea a España de fundar la precursora de lo que hoy es El Corte Inglés, tras trabajar en Almacenes El Encanto en La Habana, donde conoció a la familia de Fidel Castro. Olano llamó a Pepín, y este se presentó personalmente junto a dos dependientes, que le abrieron Galerías Preciados expresamente para que el Che pudiera comprar cómodamente en los grandes almacenes. Y así fue como El Che, compró en el templo del capitalismo franquista. Algo que hoy sorprenderá a los defensores de lo políticamente correcto, pero que fue tal cual. La foto que ilustra el paseo del Ché, que no iba vestido de incógnito precisamente por Madrid y en la que se le ve con Pepín y Olano lo demuestra. Tras aquellas compras, se marchó a visitar Moncloa, la Ciudad Universitaria y a ver la plaza de toros de Las Ventas, para lo que Olano también tuvo que llamar para que se la abrieran al ilustre visitante. El Ché se hospedó en el Hotel Suecia inaugurados sólo tres años antes y por entonces uno de los más lujosos de la capital. El guerrillero sorprendió a todos al bromear con un hecho histórico como es que el hotel estaba situado en la misma calle donde mataron al general Prim, precisamente con el trasfondo de la independencia cubana. Sólo Olano le replicó que no, que eso había sido en el callejón del Turco, hoy Marqués de Cubas y que esa era la calle paralela, ya que el Ché la había confundido con Marqués de Casa Riera que era donde estaba el hotel. Para completar la gracia Olano hizo que le cambiaron de habitación y le dieron una desde la que se veía el lugar exacto donde fue asesinado Prim, haciendo el Che varias fotos desde la ventana a modo de souvenir. Al final del viaje, Olano le regaló varios objetos, uno de ellos una pipa con la que se le fotografiaría en múltiples ocasiones y una Obras Completas de José Antonio dedicadas por Olano, y que se encontraron entre sus objetos personales, con múltiples subrayados y algunas anotaciones al margen tras la muerte del guerrillero argentino en su intento de llevar la revolución a Bolivia.

No fue la única vez que haría de abogado de pleitos pobres (como el solía decir que hacía) ante Franco, y fue Antonio quien hizo las gestiones para que el generalísimo y Fidel Castro se conocieran personalmente. Se conocieron de forma reservada en el Pazo de Meirás en 1960 en presencia de otro gallego más, Manuel Fraga, quien además de ser del mismo pueblo que Olano también trabó amistad con Fidel. Luego Antonio sería testigo de excepción de las visitas que Fidel hacía en muchas ocasiones junto a Fraga a un Pazo situado en las inmediaciones del Barco de Valdeorras. Antonio me contó que Franco y Fidel se cayeron bien, hasta el punto de que Franco nunca rompió relaciones con Cuba, pese a las diferencias ideológicas insalvables que tuvieron, sobre todo cuando Fidel abrazó el comunismo, ideología que por cierto no era con la que hizo la revolución, mucho más afín entonces a Cesar Augusto Sandino, quien por cierto, hoy tampoco sería sandinista.

También mantuvo una fuerte amistad con el genio universal que era Dalí. Con ese gusto y sentido de la trascendencia que le caracterizaba me dijo hace años que los cuadros de Dalí y de Picasso que ambos le habían regalado y que tuve el honor de ver en bastantes ocasiones, los iba a donar al museo Dalí de Figueras. No sé si lo hizo finalmente. Como curiosidad de lo vivido, Antonio D. Olano fue testigo de excepción de un proyecto que hubiera rotos todos los moldes y que no era otro que Dalí y John Lennon hicieran el Camino de Santiago junto a un nutrido grupo de hippies. Dalí y Lennon se habian visto en múltiples ocasiones con Olano de testigo en algunas de ellas. El proyecto al parecer nació en 1957 tras crear Dalí en pleno fervor religioso su cuadro “Santiago el Grande” y de la que llegó a decir que cuando lo pintó sintió “un escalofrió existencialista: el escalofrío de la unidad de la Patria”. Años más tarde y tras mostrar el cuadro a Lennon, Dalí tuvo la genial idea. Lo estuvieron planificando durante meses, con Olano como tercero en discordia en los preparativos, pero cuando estaba todo preparado el genial Beatle fue asesinado y el proyecto se fue al traste.

Como pozo de conocimientos y vivencias era de esos hombres difíciles de igualar. Su relación con lo más granado del mundo del arte, la cultura y la actualidad de los años 50 a 70 le llevaron acumular esos conocimientos por toneladas. Jean Paul Sartre, Jean Cocteau, los hermanos Alberti, Jean Cau, Albert Camus, Francois Gilot, Edgar Neville o el Príncipe de Hohenlloe, José Banús, junto a todos los líderes políticos y sociales de la época con los que trató de forma diario Antonio D. Olano forjaron ese saber del que hizo gala a lo largo de más de 100 libros y una de las más extensas obras periodísticas de la reciente historia de España.

Periodísticamente hablando, era uno de los periodistas más completos que he tenido el honor de conocer. Comenzó escribiendo en prensa escrita, en La Noche-El Correo Gallego, desde donde pegó el salto desde su Galicia natal hasta Madrid donde siguió escribiendo toda su vida, y fraguándose como el gran periodista que fue en el diario Pueblo a las órdenes de otro de los más grandes del periodismo, Emilio Romero. En El Alcázar se consumó como uno de los mejores entrevistadores de la época, con una rapidez mental y una memoria que no perdió jamás en sus 81 años de vida y no setenta y tantos como han dicho algunos “profesioanales” del corta y pega que pueblan hoy tantas redacciones. Se perfiló con el paso de los años como uno de mejores periodistas especializados en tauromaquia, además de cómo poeta. En el mundo de la radio obtuvo tres premios Ondas y siempre estuvo ligado a la cadena SER donde triunfó con un programa titulado “El consejo del doctor” y que hacía junto al Marqués de Villarverde. Tampoco la televisión se le resistió, en una época donde hacer televisión era algo mucho más complicado que hoy en día y en donde triunfó con programas como “Teatro” y “Kilómetro Cero”. Incluso llegó a ejercer como jefe de prensa de Jesús Gil al comienzo de su carrera política y su llegada al Ayuntamiento de Marbella, con quien al final rompió todo tipo de relaciones por el carácter del presidente del equipo de sus amores, el Atlético de Madrid.

Se ha perdido un gran hombre, una gran cerebro, y una gran persona. Antonio, un fuerte abrazo y hasta que nos veamos junto a los luceros.

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