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EL VALOR DE CABARCENO: UN GRAN BIEN PARA NUESTRO SECTOR SERVICIOS

Por JOSÉ RAMÓN SAIZ

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Las últimas semanas -y no me refiero sólo a la celebración del treinta aniversario de la aperutra-  nos ha ofrecido la noticia del bien que hace Cabárceno a la hostelería en general de Cantabria como se ha puesto de manifiesto en la feliz idea de Cantur de permitir la entrada en este parque a quienes realizaran un determinado gasto en la hostelería regional.  Se trata, a mi juicio, de un hecho realmente positivo que proyecta una imagen de Cantabria de especial interés y trascendencia, que ha ido calando de forma acelerada. En consecuencia, nos hemos dado cuenta -también con estos resultados- de la cotización de esta gran infraestructura que nos define ante el resto de España y Europa..

Escribir de Cabárceno en Cantabria se puede hacer desde dos perspectivas: la primera, reafirmar con nuevas valoraciones lo que en su día se pudo decir o escribir sobre la visión de futuro que un proyecto de esta envergadura representaba y, segundo, tener también la valentía de pedir disculpas públicas sobre lo que en su momento se dijo con afanes de impedir la ejecución del proyecto. Todo, ciertamente, es pasado pero conviene recordarlo. Debo hacer esta aclaración porque sobre Cabárceno se lanzaron críticas agrias y exacerbadas, lanzándose todas las acusaciones posibles. No hace falta insistir en este apartado; de sobra se conocen quienes aplicaron esa política y que, de alguna manera, han pedido disculpas aunque sean siempre a toro pasado.

En mi hemeroteca particular consta un artículo que publiqué el 27 de diciembre de 1989 - Cabárceno comenzaba a construirse - que fue, entonces, una de las pocas apuestas públicas que respaldaron el proyecto. En este artículo escribí que la ciudadanía quiere ver obras y proyectos ambiciosos y que el de Cabárceno era, sin duda, el más destacado de la década, para afirmar que significaba "en lo político una buena idea y un riesgo que, a mi entender, merece la pena; es una sorpresa muy positiva y la gran oportunidad de proyectar una imagen muy singular y atractiva de Cantabria ante el resto de España, que puede ofrecer beneficios cuantiosos a la economía regional y, más concretamente, al sector servicios". En el artículo en cuestión ponía ejemplos muy concretos sobre lo que la industria del ocio venía significando para algunas ciudades y países del mundo, siendo Cabárceno una realidad difícilmente de copiar por su originalidad y que como proyecto de extraordinario valor debió ser reconocido internacionalmente. Y ésto lo escribí cuando no estaba cerca del primer gobierno del señor Hormaechea; también lo sostuve cuando estuve a su lado en su segunda y última legislatura y que escribo ahora en su reconocimiento por lo que representa de apuesta y prestigio de Cantabria en España y Europa. 

El proyecto de Cabárceno precisó en su momento de imaginación y capacidad de riesgo, dos valores, por cierto, que no están de actualidad en Cantabria desde hace tiempo, tal como se percibe al subsistir, todavía,  en la memoria de muchos ciudadanos las obras más impactantes que en aquella época, desde Cabárceno, pasando por el palacio de Festivales, los grandes sementales para mejorar genéticamente nuestra cabaña o, las carreteras interiores que construidas en el siglo XX son válidas y suficientes para el actual. Estos son hechos positivos y ciertamente como en toda obra de gobierno los hubo negativos, aunque los primeros son los que permanecen y siguen ahí como patrimonio de Cantabria y de los cántabros.

Pero a pesar de que Cabárceno y su éxito ha sido confirmado por la opinión pública y el gran número de visitantes que ha recibido en todos estos años, durante un tiempo fue más que evidente el abandono y dejacción que era patente cuando se visitaba el parque, además de intentarse rebajar su éxito no concretándose inversiones nuevas - generadoras de ingresos -dentro de la industria del ocio cuando nos consta que propuestas han existido.

Hubo un tiempo, que recordamos, que el acceso a este parque construido con dinero de los cántabros, se obligó a pagar a nuestros escolares ( recuerdo que en su día me lo comentaba, lógicamente irritada, una directora de colegio, informándome que un estudiante de doce años si va en grupo paga novecientas cincuenta pesetas y si tiene trece años paga como un adulto, es decir, mil quinientas), aún si acude como actividad extra-escolar. Hoy la entrada se paga en euros y, por cierto, es muy alta para los ciudadanos de Cantabria.

Hacer Cabárceno por todos es hoy un reto. Con frecuencia afirmo que gobernar los asuntos de trámite no tiene ningún secreto; para eso es suficiente el trabajo de los funcionarios; ahora bien, gobernar discurriendo, poniendo sobre la mesa proyectos imaginativos y, finalmente, arriesgando, es lo que precisa esta comunidad cántabra, que cada día que pasa - salvo en lo que depende del ocio y el sector servicios, de nuestros atractivos o de un Cabárceno -, pierde peso, sufre retroceso y eleva su deuda que ya supera los seiscientos mil millones de las antiguas pesetas.

En fin, ¡bendita obra faraónica! que empequeñece todavía más las "miseriucas" de obras y proyectos de estos años cuando, además, los presupuestos de Cantabria se han incrementado y la deuda disparado. Sigo preguntando ¿en qué se ha gastado, ya que la inversión en proyectos concretos no me cuadra?. Sería una acción transparente que el Gobierno contestase a esta pregunta que nos hacemos muchos cántabros.

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