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TOMEN NOTA Y APECHUGUEN QUE YO, MUCHO APECHUGUE

Por JOAQUÍN CUETO OTÍ

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Porque  “Los libros hablan, cuentan cosas, guardan las voces de los muertos”

Gustavo Martín Garzo

 

TOMEN NOTA Y APECHUGUEN

QUE YO, MUCHO APECHUGUÉ


Con la pala y el picachón,

un vetusto carretillo

y sin perra en el bolsillo

empecé aquesta mansión

un diez y seis de diciembre

del  año sesenta y tres.

Unos diez meses después,

ya principiando septiembre,

echamos  teja al tejado

y sobre el mismo, clavado

el típico “ramo verde”

que en mi bosque fue cortado.

Para hacer explanaciones

y cimientos  consiguientes

tuve obreros los siguientes:

“Rafa” y “Ñico”, de peones

para hacer la cimentación

y un servidor de peón

para hacer  los paredones,

aparte de otras funciones

en la antedicha mansión.

Paulino, (hábil  mampostero)

armó mampuestos  afuera

y aunque parezca quimera,

por adentro, cual cantero

armé yo; batí mortero

con un poco de cemento

y arrimé piedra al cimiento.

Cuando asomaba el  albor

allá por el infinito,

horas llevaba Quinito

empapado de sudor,

mas siempre de buen humor

contando algún chistecito.

A “gobernar” el ganado

iba al cerro de Vayondo,

seis mil metros alejado

del Arral, donde asentado

tenía mi hogar y tengo

cuanto sudando  he ganado.

Tras ordeñar el vacuno,

a las ocho, yo en el tajo

y sin dejar mi trabajo

tomo frugal desayuno;

ladrillo, al andamio subo,

abro un saco de cemento

y sin parar ruin momento

donde me llamen acudo.

Dos  “paletas” de postín

hicieron la obra citada:

“Pin el de La Corralada”

y “Zalo el de Serafín”

albañiles ambos dos

siempre uno tras otro en pos.

“Pin” era la voz cantante,

aunque si he de ser sincero

era un poco chapucero,

tan pequeñito currante.

Mas no me place engañar:

tres fuimos los chapuceros

que de albañiles u obreros

currelamos en mi hogar.

Todo lo hecho me valía,

fuera roto o descosido.

Ladrillo crudo o cocido

a los andamios subía

y nuca jamás decía:

¡esto Pin, está torcido!

Cuando la luna alumbraba

a mi mansión, suficiente,

después de cenar bajaba

para ver cuánto medraba,

pues noche y día, pendiente

del medro de aquesta,  estaba.

Y si argamasa batía,

un albañil me llamaba

y el otro me mareaba

con mil cosas que pedía;

Quinito: Trae mortero,

sube al andamio ladrillo,

tienes que pedir polvillo,

avisar al fontanero

y engrasar el carretillo.

Fui peón y mampostero,

albañil y electricista,

más o menos, ebanista

y también fui fontanero.

Di de pintura, dos manos

y con un mozo avispado

puse a medias el tillado,

los frisos y el pasamanos.

Así  construí esta mansión

que con orgullo os presento,

currelando cual jumento

que tira de un carretón

con pesado cargamento,

pues fui cantero y peón,

albañil y fontanero,

de flaco rocín, arriero

y las cosas como son:

¡siempre falto de dinero!

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