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ELECCIONES HOY EN REINO UNIDO: BORIS JOHNSON QUIERE LA MAYORÍA ABSOLUTA

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LEEMOS EN EL PAÍS

La gran muralla se extiende más de veinte mil kilómetros por el norte de China; el muro de Trump abarca los tres mil kilómetros largos de la frontera entre Estados Unidos y México; el de Israel cubre ochocientos kilómetros a lo largo de Cisjordania y rodea Jerusalén; las vallas de Ceuta y Melilla separan España de Marruecos y son las dos únicas fronteras terrestres de la Unión Europea en África; Francia erigió la línea Maginot a lo largo de su frontera con Alemania e Italia tras la I Guerra Mundial, y la línea Mason-Dixon dividía a los estados esclavistas de los abolicionistas en la Norteamérica de las colonias; la muralla roja es una separación invisible entre el norte y el sur de Inglaterra, la que vota (o votaba) laborista y la que vota conservador.

 

Esta muralla política inglesa no ha sido construida para frenar a los enemigos de la China imperial, ni para dificultar la entrada de inmigrantes centroamericanos o africanos ilegales, ni para proteger la seguridad del Estado de Israel, sino que es imaginaria. No es de ladrillo, ni de cemento, ni de acero reforzado, no está electrificada ni tiene alambre de púas. Pero hoy tiembla ante el avance de las tropas tories lideradas por Boris Johnson, dispuesto a conquistar feudos laboristas de toda la vida, donde Margaret Thatcher es considerada la personificación del diablo y que en algunos casos nunca ha ganado otro partido que no sea el Labour.

REVOLUCIÓN

Escaños que siempre han sido del Labour pueden pasar por vez primera a los ‘tories’

Es lo que ocurre en Sedgefield, una circunscripción del condado de Durham, con 67.386 votantes, que el Labour representa en el Parlamento de Westminster de manera ininterrumpida desde 1935, fue el escaño de Tony Blair entre 1983 y el 2007, y desde el que se catapultó hasta el número 10 de Downing Street. Su actual titular, Phil Wilson, es uno de los diputados que figuran en la lista de objetivos de Johnson para obtener hoy una mayoría absoluta que le permita sacar al Reino Unido de la UE el 31 de enero. El escenario es parecido en Bishop Auckland, Darlington o Stockton, en comunidades desindustrializadas del norte de Gales e Inglaterra, de Lancashire, Yorkshire y las Midlands. Avanza un tsunami azul, con la amenaza rubia Boris subido en lo alto de una tabla de surf con los colores de la Union Jack y la palabra Brexit.

El padre, el abuelo y el bisabuelo de Stephen Arnold extrajeron carbón de las minas del condado, cuya producción alcanzó su cenit en torno a la Primera Guerra Mundial (entre 1913 y 1923, cuando 170.000 personas trabajaban en ellas). La última cerró en 1994, y desde entonces nada ha sido lo mismo. Stephen se ha criado oyendo las historias de sus antepasados sobre lo dura que era la vida y las miserables condiciones laborales, las huelgas y los despidos, la fuerza de los sindicatos y el sentido de solidaridad. En el salón de su casa hay una diana con una foto de Thatcher en el centro, completamente agujereada por las flechas. Aunque sea de mal gusto, el día en que murió (8 de abril) es celebrado, como en muchas otras familias del país a cuya prosperidad pusieron fin las políticas neoliberales de la Dama de Hierro .

ÚLTIMA ENCUESTA

El actual premier puede sacar más de 28 escaños a la oposición pero sin mayoría absoluta

El Brexit, Boris y las elecciones han abierto sin embargo una brecha en el hogar de los Arnold, que ya no pueden hablar de política. Stephen los adora, pero no entiende que sus padres y su abuelo, votantes Labour de toda la vida, vayan a marcar hoy la casilla de los conservadores en la papeleta. Él se siente inglés, británico y europeo, le encanta un mundo sin fronteras, se siente capaz de competir (contra los robots si es necesario) en el mundo globalizado, ha participado en las manifestaciones por la defensa del medio ambiente y estudiado con una beca Erasmus, tiene una mujer polaca e hijos con doble nacionalidad. Piensa que los tiempos del Estado nación han pasado a mejor vida. Jeremy Corbyn no le parece el candidato ideal, pero tiene su voto. Se marchó de Sedgefield al empezar la carrera, y vive en Londres.

Cuando iba a casa los fines de semana o para Navidad, le encantaba charlar y debatir con sus mayores y clavar unas cuantas flechas en los ojos de Maggie , el anticristo para las clases obreras de Escocia, Gales y el norte de Inglaterra por sus políticas ultraliberales de desindustrialización, que dejaron colgadas a numerosas comunidades incapaces de hacer la transición de una economía basada en minas y fábricas textiles a otra de servicios y contratos basura. Los jóvenes, como Arnold, se han ido a Manchester, Liverpool, Birmingham o Londres. Y los que se han quedado atrás, impotentes para rehacer sus vidas, viven de la pensión, los subsidios estatales o empleos mal pagados en supermercados o centros de empaquetado, y pululan por calles desoladas donde sólo quedan casas de apuestas, pequeñas tiendas de comestibles con especialidades portuguesas o de la Europa del Este, y algún pub.

CONTRADICCIÓN

Votantes de clase obrera que odian a Thatcher van a dar su voto al conservador

Boris Johnson y Jeremy Corbyn se pasaron el día de ayer, la víspera de las elecciones que decidirán si el futuro del Reino Unido está dentro o fuera de Europa, en Middlesborough, Yorkshire y Derbyshire, en localidades como Sedgefield, buscando confirmar o conquistar a última hora a votantes como Stephen Arnold, sus padres y su abuelo. Los sondeos sugieren que la ventaja conservadora se ha reducido, como ya ocurrió en el 2017. Un sondeo de You Gov otorga a los tories 28 escaños más que al conjunto de la oposición, cuarenta menos que hace sólo dos semanas, sin descartar que le puede pasar lo que a May y quedarse sin mayoría absoluta. Todo dependerá de las dimensiones y capacidad de organización del voto táctico en el campo remainer , de si los jóvenes y las personas mayores acuden a las urnas, del tiempo (el pronóstico es bastante malo en el conjunto del país). Los colegios electorales estarán abiertos desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche, y a esa hora se harán públicos los resultados de una encuesta a pie de urna bastante indicativa de hasta qué punto la caballería de Johnson ha derribado –si es que es así– la muralla roja del Labour, y las dimensiones de su victoria.

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