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ESPAÑOL/CASTELLANO (TÁCHESE LO QUE NO PROCEDA)

Por JUAN IGNACIO VILLARÍAS

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   MIENTRAS EL ESPAÑOL avanza imparable por todo el mundo, en España retrocede. Y retrocede aquí porque los mismos españoles estamos empeñados en hacer retroceder a nuestro propio idioma. Ante el inglés por una parte, y por otra ante los idiomas regionales.

   El inglés nos invade de tal manera que ya no se puede leer una página de un periódico ni oír un rato la radio o la televisión sin tener que encontrarse con multitud de anglicismos absolutamente innecesarios. Y es que no sólo no son necesarios, sino que, por el contrario, lo que necesitamos es que no nos hablen en un idioma que no entendemos. Y es que, aunque hayamos aprendido algo de ese idioma superbo, se trata principalmente de neologismos angloamericanos de difícil comprensión para el no iniciado.

   Una bicicleta ahora resulta que es una montambay, un tocadiscos en un compadís, un ordenador es un pecé. La Copa de Europa ahora resulta que es la Championlí, y la Semana de la Moda tiene que ser la Fasiongüí, no faltaría más. El Festiva de Verano de antaño, hogaño es, cómo no, el Samerféstival. Y todo así. El Festival de Eurovisión ya es el de Anglovisión. Todos los países, salvo honrosas excepciones, deshonran su idioma para cantar en inglés. Verecundia me ha producido ver cantar (bueno, en realidad no he querido verlo) a nuestro representante en ese repelente inglés. Sí, es que el inglés ya me repele, me repele profundamente, y cada vez más, oír y ver toda clase de mensajes en inglés. Si vas al fútbol (bueno, yo en realidad lo veo desde casa), no puedes evitar ver los anuncios de las vallas en inglés. Hasta los jugadores de la selección española de baloncesto (o de basque, que es como hay que decirlo ahora) se han puesto nombres ingleses. Que si Güili, por aquí, Riqui por allá, Rudi por acullá... A los niños en la pila del bautismo ya no les ponen José Luis o Mari Carmen, no señor, ésos son nombres preconstitucionales, antiguos y desfasados, ahora hay que registrarlos con nombres modernos y europeos, es a saber, Yónatan, Yénifer, y qué sé yo. En fin, vergonzoso según mi opinión. Yo no tengo la culpa de opinar así, cada uno que opine lo que quiera. O lo que pueda.

   Si el inglés es el idioma número uno en el mundo, no olvidemos que el español es el segundo. ¿Y qué hacemos por reducir distancias? Lo que hacemos, por el contrario, es procurar por todos los medios aumentarlas. Rendirnos al inglés, eso es lo que estamos haciendo, como ya se han rendido otros, los alemanes por poner un ejemplo. Allí, en cuanto notan que eres extranjero, te hablan en inglés. “Aber warum sprechen Sie mir auf Englisch? Ich bin kein Engländer.” Así tengo que andar diciendo todo el rato. “¿Pero por qué me habla en inglés? Yo no soy inglés.” Si te tropiezas con alguien, ya no te dirá “Entschuldigung”, sino “sorry”. Si los alemanes se han rendido, allá ellos, yo ahí no tengo derecho a opinar.

   Y en cuanto a los idiomas regionales, ¿qué decir? Cooficiales en varias regiones de España, una concesión hecha en su día a los separatistas. Y de aquellos polvos, como se suele decir, estos lodos. Aquí tenemos buen ejemplo en cuanto pasamos los límites provinciales por el este, pues allí nos encontramos inmediatamente con las indicaciones en español (menos mal) y en vascuence, aun a pesar de que esas comarcas nunca fueron vascoparlantes.  

   Vamos a ver. En Argentina, Méjico, Colombia, Cuba, y no sé cuántas naciones más, el idioma oficial es el español (sic), mientras que en España es el castellano. ¿Por qué la Constitución habla de castellano en vez de español? Otra concesión a los separatismos periféricos; para poner al idioma español general y común a la altura de los demás idiomas regionales, como propio de una región (Castilla) y no de la nación entera (España),  para poder decir: “¿Por qué tengo yo que hablar en castellano, si soy catalán?” En vez de tener que decir: “¿Cómo no voy a hablar en español, si soy español?”

   Fijémonos en otras naciones, que es lo que solemos hacer, pero sólo cuando nos conviene. En caso contrario, el ejemplo no vale, no es extrapolable, son casos diferentes, y tal y cual. En Francia, de todos los idiomas que había, todos menos el francés oficial han sucumbido bajo el peso de la ley. En Italia hay muchos idiomas o dialectos, además del oficial, al que nadie, por cierto, llama toscano, sino italiano. En el Valle de Aosta (la Valle d’Aosta) la gente habla francés. En el Alto Adigio (Alto Adige) la gente habla alemán. Pero el idioma único, el oficial, el de la administración, la enseñanza, las comunicaciones, y demás, es el italiano único y común. A nadie se le ocurre reivindicar una enseñanza en calabrés, ni rotular en piamontés, ni a las ciudades ponerles nombres en pugliano. Bari, por poner un ejemplo, en el dialecto de Apulia (Puglia) se dice Bere, pero a nadie se le ocurre cambiar el nombre oficial. En Alemania también hay abundancia de idiomas y dialectos, pero allí nadie osa imponerlos por encima del alto alemán (Hochdeutsch). En Suiza, por poner un ejemplo, tienen su dialecto, cómo no, pero el idioma oficial, o uno de ellos, no es el alemán de Suiza, sino el alemán de Alemania. 

   ¿Y aquí en España? Excuso decir. Hasta en Cantabria queremos contar con un idioma propio, el cántabro, o, el colmo ya de la insensatez, el cántabru, como hablaba mi abuela, la cual vivió cien años sin saber que hablaba cántabru, la tan peculiar manera de hablar de los aldeanos más remotos y montesinos, lo que nos faltaba ya. ¿No hemos visto por ahí las indicaciones en carreteras, las placas con los nombres de los pueblos, en las que han escrito una u sobre la o final, o una i sobre la e final? Según esos sabios filólogos e ilustres lingüistas, ahora resulta que Argoños es Argoñus, Escalante es Escalanti. ¿Y Santoña? Pues Santoña por lo menos sigue siendo Santoña, menos mal.

   En Cataluña la situación lingüística es de defensor del pueblo (si es que le hay). A los niños les obligan a seguir sus estudios en catalán únicamente. A los dueños de un bar les multaron por escribir “Hay calamares a la romana”, y les obligaron a escribirlo en catalán. Justo enfrente hay un locutorio de moros, o de personas de origen magrebí, que es como se dice ahora, y allí exhiben anuncios escritos en caracteres arábigos. ¿Les multaron por no escribirlo en catalán? No por cierto, eso sería racismo, xenofobia, islamofobia, y tal y cual. En España está permitida la persecución a lo español, pero de ninguna manera a lo extraño.

   En suma, el español está perseguido en España, ante la pasividad, cuando no la complacencia, de los gobiernos nacionales. Los hispanoamericanos, por el contrario, sí cuidan y protegen su idioma. Si no fuese por ellos, es decir, si el español no se hablara también en América, estaría a un paso de convertirse en una lengua muerta. Sic transit. Así pasa. Hic iacet. “Aquí yace el español. Le mataron los españoles.”    

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