
PALABRAS sin CONSECUENCIAS, POLÍTICOS IRRESPONSABLES
Por JESÚS MANUEL LÓPEZ
Es curioso cómo en el momento actual, el de las comunicaciones por antonomasia (¿quizás por esta razón?), parece que la palabra haya perdido ese/su sentido. Lo notamos en las apariencias, en la frivolidad de los análisis, en las coletillas de los tópicos, para salir del paso, etc.; aunque pienso que donde se ha quebrado su significado es en la palabra de bastantes de los políticos. Es así, hasta el punto de que se les está volviendo contra ellos mismos, ya que su prestigio se evapora por sus
permanentes contradicciones y faltas a su palabra dada. El problema es que, además, se está tornando contra todos los políticos sin distinción, contra la política y, en definitiva, contra la vida democrática. Esto debe y puede regenerarse sin demora.
Como se ha dicho, esta falta de rigor no es sólo de parte de los políticos, cierto. Pero ¿por qué ciertos políticos lo hacen con tanta desvergüenza? Yo pienso que, en principio, porque su semblante ético no parece tener escrúpulos. Después porque saben que a muchos de los ciudadanos se les olvida y, además (o por eso mismo), no parece importarles demasiado que se les mienta (a este respecto, no funciona –todavía- la tolerancia cero). Saben que una promesa no cumplida se olvida con otra que devendrá vacua; y esto tendrá la ayuda del acervo de abrumadores acontecimientos que se suceden sin piedad potenciando nuestra amnesia. Creo que la mayoría de los estrategas de la política tradicional lo saben.
Pero también porque saben que esa falta a la palabra, al compromiso que ésta conlleva, no va a significar ninguna consecuencia en su vida política. A veces, incluso, es correspondida con un cargo dentro de los conglomerados de los partidos de costumbres viejas.
Algunos paradigmas de estos últimos tiempos nos van a servir de muestra. La piedra del ritual de la promesa por excelencia es la quincena preelectoral; aquí es donde los "popes" de los partidos se exhiben sin pudor. Es donde sacan a relucir escándalos (crean morbo) de unos contra otros que prometen aclarar y solucionar, pero por supuesto, ni lo ponen ante la fiscalía, ni lo van a investigar después cuando llegan al gobierno.
Concretamente en Cantabria se iban a hacer auditorías sobre actuaciones de cargos públicos que, según ellos, habían cometido tropelías inaceptables. Todos prometieron no tocar ni la educación, ni la sanidad; se bajarían los impuestos. Se iba a defender a Cantabria en Madrid como lo hacen vascos y catalanes (¡es increíble!, ¿qué pensarán ahora los artífices de este última proclama?). AVES por doquier a sabiendas de que es imposible, y poco o nada lógico. Por supuesto nunca faltan los miles de puestos de trabajo a crear (en España, 3,5 millones dijo el Sr. Pons). Los nacionalistas en Cataluña iban a casi quitar el cáncer. Etc…. En fin, una interminable lista.
Pero aquí nadie se ha retractado, y se ha demostrado con este tipo de actitud política que está peor vista la humilde disculpa, parece ser, que la mentira; sin embargo, en la calle, yo creo que esto sólo es así entre la ciudadanía de bajo umbral ético, o entre la "forofada" partidista que todo lo perdona.
En este sentido creemos necesaria la irrupción de nueva savia de partidos y/o agrupaciones que muevan este contexto político. UPyD nació por esto, entre otras causas. No pensamos que seamos mejores que otros ¡es evidente!, pero es cierto que, desde el principio, hemos puesto -en estatutos y organización- unas bases robustas de prudencia y prevención, además de firmeza en las consecuencias. Junto con todo lo anterior (y a través de lo anterior), nos hemos propuesto una labor pertinaz de pedagogía política, basada justamente en el modelo (lo que se dice, se hace; y lo que se hace, te “retrata”), en la fidelidad al compromiso, que consideramos esencial para la dignificación del rol de los políticos. En definitiva, no tener miedo a decir lo que hemos venido a decir, porque es consecuencia de lo que somos en política y por lo que estamos aquí; y si no, nos vamos.
Es perentorio y urgente trasladar, desde los políticos al ciudadano, ese compromiso de la palabra-acción, si queremos rehabilitar para la auténtica vida democrática esta forma imprescindible de hacer política; y con ella, en alguna medida, restituir también el valor de la palabra dada. Veinticinco siglos nos contemplan.
Jesús Manuel López – Miembro de UPyD