
CRISIS SISTÉMICA Y LEY ELECTORAL
Por JESÚS MANUEL LÓPEZ
Pero han transcurrido más de 35 años; ya hemos pasado la adolescencia y sus rituales democráticos, y es hora de entrar en la madurez de la democracia y de demostrarlo, dando al ciudadano un papel más directo y activo, y una forma de hacerlo es cambiando la actual Ley Electoral. Es un debate que lleva abierto desde hace ya tiempo, unido a otros que tienen que ver, como éste, con la crisis sistémica en la que estamos.
Debate abierto porque se entiende que tal y como se concibió, es flagrantemente injusta ya que trata al ciudadano de forma distinta, dependiendo del lugar donde vote: hay votos de ciudadanos que multiplican su valor sólo por emitirlo en una zona determinada. Esto, además de lo injusto en sí, hace que los juegos políticos que se desprenden de sus consecuencias, sean también injustos y caprichosos. Sobre todo, se da a los partidos nacionalistas (concentrados en pequeñas zonas) una fuerza desequilibrada en el cómputo global de país (poco solidaria), para la capacidad real que debieran tener con otra ley más equitativa.
¿Por qué siguen inasequibles al mantenimiento de esta Ley y son tan conservadores y reacios al cambio, los dos grandes partidos y sus acólitos, los nacionalregionalistas? Es curiosa su respuesta habitual; nos dicen que queremos cambiar la Ley porque no nos beneficia. Es decir, “piensa el ladrón…”; o sea, razón nada razonable desde el punto de vista de lo común y que raya en lo paranoico. Como ellos defienden el castillo de su poder con los muros de su egoísmo partidista, piensan que los demás no podemos argumentar con la honradez de lo que consideramos recto –igualdad de voto, sea de donde sea-.
Otra justificación o argumento es el de la ingobernabilidad. Con el tema de fondo de Italia, estas últimas semanas han aprovechado el lío para volver al mismo argumento de hace casi cuarenta años. Después de dos generaciones y pico viviendo la democracia, se hacen la misma reflexión. Debe ser que no confían mucho en lo que han hecho a este respecto; o quizás, que evaluar, analizar a fondo lo hecho, les puede llevar a pensar que los ciudadanos no están por la labor de rebajar su capacidad de representación.
Además, este “mantenello y no enmendallo”, tiene un tufo de paternalismo “ilustrado” muy propio de la manera de desenvolverse los grandes partidos: nos tratan a los sufridos ciudadanos como si no entendiéramos nada y nos dicen lo que es conveniente con razones llenas de eufemismos y estereotipos, para no tocar el fondo de la cuestión y dejar los fundamentos en la opacidad (como hacen con muchas de sus políticas).
Es lógico y bueno que todos los partidos quieran influir con sus ideas, pero no a costa de cerrar otras vías legítimas por culpa de la parcial representatividad que da la Ley actual y que nos lleva a esta “alternancia obligatoria”. Es una de sus perversas consecuencias, porque arrastra, más o menos conscientemente y/o publicitariamente, hacia el voto útil. Es decir, el enojoso argumento del “vótame” porque, aunque no huela bien, el otro apesta.
Una nueva Ley más abierta -más justa: esa igualdad de voto da más cabida-, descubre nuevos caminos con ideas más frescas y sin mochilas de rancio pasado. Pensamos que esto sí ayuda a fortalecer el sistema democrático; porque este fluir llevará a que dentro de otros ciclos, vengan otros con otras nuevas ideas contrastadas como mejores, etc. Esto es salud para todos, para el sistema; porque nadie está libre del entumecimiento, de creerse mejor y en la “verdad”, y por eso, un sistema ágil debe tener este tipo de leyes que amplíen el horizonte a grupos nuevos. Si dentro de estos hubiere insania, al margen de los derechos humanos y democráticos, la misma fuerza de la justicia democrática hará limpieza.
La crisis es sistémica y esta propuesta de cambio ayudará, desde el plano político, a salir con más fuerza, porque dará credibilidad. Y, así, partiendo todos de la igualdad, pues que cada cual vea lo que se propone como acción política; que no se fíe sólo de lo que dicen, o de lo que dicen que dicen, que vea lo que se hace. Y a elegir.
Por último, para los que piensen que esto lo hacemos por egoísmo, valga el paradigma del País Vasco: si se llevara a cabo lo que propuso UPyD (propuso la circunscripción única), no estaría en el parlamento vasco.
Jesús Manuel López – Miembro de UPyD de Cantabria
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